Si los pasos de cebra no me gustan nada, los peatones me gustan nada al cuadrado. Yo personalmente no pararía en ninguno, pero tengo a mi lado a Pepito Grillo: “Amor, un día tendremos un disgusto.”

Hay muchos tipos de peatones y me caen todos igual de mal.
Los acojonados que para decidirse a cruzar tienen que ver que casi apagas el coche.


Los memos que se quedan en medio de la carretera esperando a que pares. Pero, ¿Qué hacen ahí en medio? Si creen que les vas a atropellar, ¿por qué no corren?

Los chulos que encima de que paras, te miran desafiantes porque creían que no ibas a parar. Estos no pasaron su infancia viendo a súper coco: el coche es graaaaaaaaaande y tú una birria y si quiero te paso por encima.

Los indecisos que ni para adelante ni para atrás. Que si cruzo que si me espero y así hasta que a ti se te cala el coche con tanta duda.

Los miopes que creen que el paso de cebra está en otro sitio, cruzan por donde les parece y también te miran mal si no paras. Para estos, el peatón siempre tiene razón.

Las madres descerebradas que sacan primero el carrito con el bebé y cuando ven que el niño sigue intacto, salen ellas.

Las personas mayores que encima de cruzar a 2 por hora, lo hacen por donde les parece y si no paras, levantan el bastón y te insultan. ¿Y si el que va conduciendo te saca tres cabezas, y da macha atrás para saludarte?

Haga lo que haga el peatón, después de parar, siempre digo lo mismo: “Ya sabía yo que no tenía que hacerlo.”