Seguro que todos  habéis ido a más de una boda en la que se  lee  la famosa carta a los Corintios sobre el amor. Los novios allí sentados   y  ya un poco más relajados,    escuchan atentamente frases como: “El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos. El amor perdura a pesar de todo, lo cree todo y lo soporta todo.” Después de escuchar esta exaltación del amor, los invitados se emocionan, la novia llora, el novio a veces también, los dos se lo creen todo  y cuando hacen el paseíllo hacia la  salida y todo el mundo les sonríe,   van pensando: “Mírales qué contentos. Eso sólo puede significar que no me he equivocado. Estaremos juntos todo la vida.” 
El tiempo pasa y a veces resulta que las cosas no son tan bonitas. Meses, con un poco de suerte,  años  más tarde, la paciencia, la tolerancia y la  comprensión se esfuman.  A algunos incluso se les pasa por la cabeza la idea de demandar al cura o al alcalde en cuestión por publicidad engañosa. ¿A quién se le ocurre decir que el amor lo soporta todo?
En realidad, ¿Quiénes eran  los Corintios? ¿Cómo pudimos  creernos algo que se dijo hace 20 siglos? ¿Qué tendrá que ver el amor de entonces con el de ahora?
Todo esto sería muy diferente si el día de su boda alguien les explicara a los novios  algunas cosillas mucho más prácticas y sobre todo,  más realistas.
El amor no lo soporta todo. Y, ¿Cuál es el problema? Puede que paséis juntos 10, 20, 30 o incluso que celebréis las bodas de oro. En todo ese tiempo, os enfadaréis, os molestarán muchas cosas, lloraréis de rabia a veces y de no tan rabia otras. Gritaréis y en más de una ocasión sentiréis  las ganas de mandar a vuestra  pareja a freír espárragos.  Todo eso forma parte de la vida cotidiana y como tal hay que aceptarlo sin escandalizarse. Es más, si creéis  que cambiando de pareja no os  va a pasar lo mismo, estáis equivocados.  A ciertas edades  ya no estamos preparados  para convivir con nadie. Gran Hermano es el mejor ejemplo. Así que encontrar una persona con la que simplemente quieras intentarlo ya es un auténtico logro. Lo importante no son las cosas que te separan  si no las que te unen.   Las ganas de estar juntos, de levantarte y acostarte con esa persona, sentir que si no duerme a tu lado pierdes   el equilibrio. No hay necesidad de arreglar todas vuestras diferencias antes de acostaros. Si esperáis al día siguiente, veréis las cosas de otra manera. Seguramente lo que te parecía un drama habrá dejado de serlo. Si no es así, y tu pareja se quiere ir sin despedirse de ti y darte un beso, recuérdale antes de salir por la puerta: “A lo mejor tengo un accidente y no volvemos a vernos.” Eso se llama manipulación pero  por algo  las mujeres tenemos un máster en esa asignatura. Si queréis que vuestro matrimonio no se convierta en una relación a tres debéis recordar siempre  que  el que no come en casa come de restaurante así que procurar dejar la dieta para los kilos.
Cuando un matrimonio fracasa no es culpa de uno o  del otro. Es culpa de los dos. En todo triste final hay siempre tres versiones. La tuya, la del otro y la real. Mejor averiguar esta última los dos juntos que vivir convencido toda la vida que la tuya es la única válida.
En vuestro caso esto no sucederá. Nadie os ha comido la oreja con  la carta a los Corintios. Ahora  ya sabéis que las cosas no son siempre fáciles pero eso hará que la diversión sea mucho mayor y vuestras bodas de oro tengan mucho más mérito.