Seguro que sabéis lo que quiero decir cuando hablo de días en los que es mejor no levantarse de la cama. Desde primera hora los vecinos sólo escuchan: “Adriana, levántate. Valentina, péinate. Adriana, desayuna. Valentina, vístete. Adriana, lávate. Valentina, sal. Todo eso una y otra vez como un disco rayado.  Seguro que están convencidos de que lo tengo grabado  y es la sintonía de mi despertador. Al final sales de casa corriendo, vuelves, se te ha olvidado la comida en el frigorífico, sales, vuelves. “¡Mamí, no llevo la mochila!”, sales, por fin subes al coche. “¿Dónde está tu hermana?” “En la acera mamá” “¡¡¡Hasta para  tontas sois bobas!!!” Sales del coche, y la lerda number one con una sonrisa de oreja a oreja: “Mami, te habías olvidado de mí, eh?” Las dejas en el cole. Alivio  hasta que encuentras el primer atasco. Llegas al trabajo con la lengua fuera. Aparcas en el prado,  a duras penas y milagrosamente sin hacerte ningún esguince triple, llegas con los tacones de 10 centímetros a la puerta. No he terminado de sentarme en la silla y mi hermana decide  salir del autismo en el que lleva  sumida  voluntariamente desde hace 15 días. Después de dos semanas estudiando sin parar,  ha terminado el último examen. Resultado: 10 llamadas en un solo día y todas empiezan por: ¡¡¡Rosa, tienes que...!!! En un tono que parece siguiera ensayando para  el  examen de canto de hace dos días (tened en cuenta que es soprano). Consigue ponerme la cabeza como un bombo con sus urgencias, así hasta las 23:30 que me hace la última llamada como colofón a la tragedia griega que estoy interpretando con mi novio en el salón. Gritos en vivo y en directo y gritos en estereo por el teléfono. No acierto a saber donde atender. Uff, estoy al borde un ataque de ansiedad.
Un día más tarde, la histérica de mi hermana ha medio solucionado su medio drama, las niñas están ya de vacaciones y se acabó el drama de las mañanas, y mi novio ha vuelto a su ser…

Hoy podré dormir tranquila…o ¿no? La noche de San Juan es noche de brujas…