¿Qué os parece más divertido, los preparativos de una fiesta o la celebración en sí? Para mí, no hay nada mejor  que los preliminares. Imaginar lo que va a pasar el día en cuestión no tiene precio. Creo que el día de la presentación del libro no me voy a divertir ni la mitad que escuchando los comentarios, preguntas, sugerencias previas al evento.

Ejemplos:

Yo: “Joder, me acaban de llamar para confirmar que asistirá el concejal de cultura”
V: “¡Qué poco tienen que hacer en el ayuntamiento!, ¿no?”

Yo: “Ahora me han dicho que han convocado a todos los medios.”
J: “Si saben que va algún político, normal, lo de menos es el gañán que presenta  algo.”

Sugerencias para el discurso:

“Si no quieres dejar indiferente a nadie podrías empezar metiéndote con alguien como Pérez Reverte. Di que es un “junta letras” y que tiene que dejar paso a escritores noveles”
“Di que estás harta del ensalzamiento de la incultura con gente como Belén Esteban. Te odiarán más que a Aida Nizar pero lo importante es vender el libro, ¿no?”
“Dedícale el libro a tu abuelito muerto al que le debes todo lo que eres pero  que, desgraciadamente, nunca llegará  a disfrutar de  tu éxito. Todo esto mientras miras al cielo con cara de pena.”
“Di algo emocionante que haga que se le salten las lágrimas al público. Finge  que estás conteniendo el llanto. Agachas la cabeza y te tapas los ojos con la palma de la mano. Seguro que se levantan todos y te aplauden.”

Algunas dudas de los invitados:

“¿Va a ser como la presentación de Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York? ¿Llegarás en limusina?”
“¿Qué indumentaria exige el protocolo?”
“¿Va a haber globos y guirnaldas?”
“¿Habrá tortillas?”
“¿Ya has preparado las dedicatorias “tipo”?

Hasta hace unas semanas yo sólo pensaba llegar allí, sentarme en una esquina y firmar los que se vendieran. Ahora tengo que pensar en el modelo, las dedicatorias, el vino, la publi, el discurso, las invitaciones… ¡Esto es peor que una boda!