Si  estás en el “insti” y los “profes” te llevan de excursión de fin de curso a Italia. ¿Qué haces? Obviamente divertirte. Te están ofreciendo  un abanico de tentadoras opciones.  
Si estás en “BUP” y las monjitas  te llevan de excursión a Galicia y buscan un hotel, irónicamente  perdido de la mano de Dios,  en el monte,  para evitarte cualquier tentación, ¿Qué haces? Pues básicamente lo que puedes…

Estudiar en un colegio de monjas sin chicos hace que se te agudice el ingenio precozmente (el ingenio y otras cosas que prefiero no mencionar). De toda la vida de Dios es sabido que  el ser humano es rebelde por naturaleza y tiende a hacer todo aquello que le está prohibido.

 Llegamos al lugar. Oteamos el horizonte. Nada en varios kilómetros a la redonda. Si alguna vez os habíais planteado la duda de  para qué construyen hoteles en sitios así y de qué se mantienen, ahora ya los sabéis. El clero es la respuesta. Una vez instaladas,  nos reúnen para leernos la cartilla y después nos dicen: “Ahora tenéis dos horas libres para hacer lo que queráis antes de la cena.” ¡Qué graciosas han sido  siempre las sor! ¡Todo lo que queráis!

“Si nosotras no podemos ir a la fiesta, la fiesta tendrá que venir a nosotras”. Con lo sano que es caminar,  ¡Qué mejor  que hacerlo para encontrar el único bar de pueblo construido por si pasaba por allí  algún pastor de ovejas!  Por desgracia,  la variedad alcohólica del local no era muy amplia así que nos tuvimos que conformar con todas las botellas de ginebra Larios que le quedaban y ante  la ausencia de limón para mezclarla, pues vengan unas jugosas gominolas que seguro  le darán un toque único.  Me acuerdo perfectamente  que eran unas monedas de esas rojas que encima  estaban duras como piedras. ¡Cuánto llevarían caducadas! Si alguien no sabe calcular exactamente cuánto te puedes tajar  mojando gominolas en ginebra y chupándolas poco a poco, ya os lo digo yo…hasta perder el conocimiento o terminar prendiendo fuego a la única  planta (una palmera seca)  que había en el descansillo.

Lo gracioso del asunto es que la monja que nos vigilaba,  antes de acostarnos nos contó una historia muy bonita de esas que te conmueven tanto que te hacen llorar. Nos habló del hijo de una amiga suya que estaba muy, muy, muy enfermo y nos pidió (pensando que nos había puesto los pelos de punta  a todas) encarecidamente que esa noche nos recogiéramos todas muy pronto en nuestras habitaciones y rezáramos por él. “Estoy segura que si no salís de vuestra habitación, ni armáis ningún escándalo, ese niño se salvará.” Me pregunto cuántas veces habría contado la misma historia…
La cosa es que salimos de allí con el corazón en un puño y con buenas intenciones pero... ¿Quien puede resistirse al sabor de unas buenas DRY GOMINOLAS AND GIN?”

Pobre crío…