Dicen que hay que tener cuidado con lo que se desea porque puede hacerse realidad.  Si encima lo que deseas es algo malo para otro,  puede que se vuelva contra ti.  En realidad esto último lo añade  mi novio pero sólo porque me tiene miedo.

Hacía tiempo que me había propuesto firmemente dejar de hacerlo. Repetí y repetí: “Nunca más le voy a desear nada malo a nadie, nunca más le….” Pero el muy tonto me lo puso en bandeja.


Una noche se enfadó muchísimo. No recuerdo por qué, pero del cabreo que tenía se encerró en el baño. Unos minutos más tarde oí el ruido de la maquina de cortar el pelo. El muy infantil se estaba rapando la cabeza para fastidiarme. Con que esas tenemos…Me senté en la cama, crucé los dedos, y me concentré: “Así se rompa la máquina cuando estés a la mitad. Así se rompa la máquina….”.


Dicho y hecho. Al cabo de unos minutos empecé a oír un ruido extraño, como el de una segadora cuando se atasca cortando el césped y lo siguiente que escuché ya fue: “Cagüen la máquina del demonio y la madre que la parió. Pues no va y se jode ahora.” Abrió la puerta del baño y salió con la mitad de la cabeza rapada como un bebé  y la otra mitad al más puro estilo de los  Jackson Five.



“¡¡¡¡Tú!!!¡¡¡¡Todo esto es por tu culpa!!!”  Casi me meo de la risa. Y ahora, “¿Cómo voy a ir  a trabajar mañana?” Solución: Buscamos un gorro por toda la casa. La pena es que sólo encontramos uno de lana. Mes de agosto, 35 grados y mi novio trabajando en la obra con un gorro de lana arreglando un tejado. Sólo de acordarse todavía se deshidrata.

Desde entonces cada vez que le pasa algo malo a alguien que a mí no me gusta me pregunta: “¿Has tenido algo que ver?”. Desde luego. ¡Qué desconfiado!