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Hace unos días en el trabajo no conseguimos ponernos de acuerdo sobre la siguiente pregunta: ¿Cuál es el motor que mueve el mundo? (a menudo mantenemos estas amenas disertaciones con las que intentamos, en vano, resolver los grandes enigmas de la historia. Y mientras lo hacemos, trabajamos “duramente”. Somos así de eficientes).
Yo, versión femenina, opinaba, por supuesto, que el amor es el botón que mueve a las personas y para muestra, varios botones, Sarkozy, Cayetana, Napoleón…
Ellos, versión masculina, opinaban que qué amor ni que ocho cuartos. Lo que mueve el mundo es el deseo…o lo que viene a ser lo mismo, el sexo. Sarkozy no está enamorado, está encoñado. De Cayetana, mejor ni opinaban. La gente sólo está enamorada un tiempo, desgraciadamente breve, y después de esa fase de enamoramiento estúpido, con un poco de suerte todo se convertirá en una buena relación comercial o laboral. Un quid pro quo en el que yo te doy algo y tú me das algo a cambio. Y claro…como todas las relaciones laborales pues unas duran más que otras. A veces te hacen fijo y otras veces, a tu jefe ya no le convences y te despide…si eres afortunada, con un buen finiquito. Hala… así de simple. Ya tenemos el resumen las relaciones sentimentales.
Después de darle vueltas, he llegado a la conclusión de que lo que mueve el mundo es la ilusión. Y para esto si me sirve el caso de Cayetana. Ojalá todos tuviéramos la misma ilusión que tiene ella a menos de un mes para su boda. La gente la criticará pero ya quisiera yo para mí estar así de emocionada a mis 85 años con todo lo que aún me quede por hacer en la vida. Vida sólo hay una. Podemos vivirla mal o bien, con ganas o sin ellas, con alguna motivación o sin ella. Mejor elegir el camino de la duquesa aunque algunos envidiosillos no lo compartan.