“El fin de semana dio más juego del que ninguno nos esperábamos. Desde que abrió Casa Rural La Rosaleda,  estamos acostumbrados a las emociones fuertes pero esta vez es de agradecer  el esfuerzo que hicieron sus pintorescos  habitantes por superar todas nuestras expectativas. 
5 mujeres entre los 30 y los 40 años  y de despedida de soltera son unos  ingredientes propios del mejor rincón del gourmet con los que convertir  un fin de semana en una auténtica delicatessen. Su paso por la casa se puede resumir en la mítica frase: “Vini, vidi, vici.” Llegaron, vieron, apostaron y ganaron…bueno en realidad sólo ganó una… pero por partida doble…El resto ni las migajas. Lo importante es participar y divertirse y de eso hubo para dar y tomar.”



Lunes después del fin de semana.


Enrique ha venido esta mañana. Ha estado regándome durante más de media hora porque le parecía que mis rosas estaban un poco mustias. Creo que se sentía culpable. Sé que no puedo pretender que me guarde luto toda la vida pero todavía me duele cuando llega a mis oídos que ha estado con otra mujer. Gracias a mi hija Gabriela me enteré de lo ocurrido el fin de semana  con todo lujo de detalles. Al final le pareció  que era mejor no publicarlo todo en el blog y decidió autocensurarse. Sin embargo, yo tuve el tiempo suficiente para leerlo todo antes de que lo borrara y desde entonces mis rosas han perdido todo el brillo.




“El movimiento comenzó ya desde primera hora del viernes por la noche. Doña Mercedes tomó la decisión de hacer guardia en el pasillo por miedo a que su hijo Basilio fuera seducido por alguna de aquellas lobas como ella las  denominó desde el primer momento. Ataviada con unos  rulos color morado berenjena y su bata de guatiné, se sentó en la mecedora,  herencia de la tía abuela Andelina y con el mata moscas en la mano se preparó para atacar a todo aquel  que tuviera la osada  ocurrencia de hacer una  incursión nocturna en otra habitación. Lamentablemente no tardó ni 10 minutos en caer en los brazos de Morfeo. A las doce ya se oían los primeros ronquidos por toda la casa, y justo en ese mismo momento todas las cenicientas en lugar de perder el zapato corriendo hacia casa, perdieron parte de su indumentaria corriendo hacia otras dependencias…
A lo largo de toda la noche se escucharon puertas abriéndose, puertas cerrándose, portazos y también alguna palabrota que otra. Todas lo intentaron  pero sólo una se llevó el gato al agua…bueno… en este caso  los gatos, el callejero de la escopeta y el de angorina. Así que mientras una se pegó el gran  atracón, el resto tuvo que esperar al desayuno para llevarse algo a la boca.
Mi madre toda la vida lo dijo: “No hay nada más sencillo que manipular a un hombre y si eres un poco retorcida puedes sacar hasta matrícula de honor en esa asignatura.”  
Por las habitaciones de Enrique y de Sebastián se vio desfilar algunos de los  modelos más atrevidos de lencería de  la Perla y se escucharon verdaderas obscenidades que hubieran levantado la  lívido a un muerto. Pero todo eso no fue suficiente para seducirlos. Hasta que llegó  Rebequita, la dulce e inocente  Rebequita armada hasta los dientes con su mejor dinamita  y ahí sí que no pudieron resistirse. Lo que no consigan unas lágrimas y unos pucherines no lo hace el mejor corsé de Victoria Secret.

Sebastián: “¡Por Dios! No sé quien eres pero puedes ir circulando. No estoy para fiestas.  Ya les he explicado a tus compañeras, una por una, que no quiero nada. Os agradezco todo vuestro entusiasmo  pero por favor, id a la habitación de Enrique que el pobre  está más necesitado que yo…eso sí,  de una en una que a este paso va a haber overbooking”.
Rebeca: (Entre sollozos)  “Ya lo sabía, sabía que me rechazarías. Ellas me lo aseguraron. En realidad se rieron de mí y de mi capacidad para gustar a algún hombre. Siempre me pasa lo mismo.” (Saca su pañuelo y se tapa la cara para que Sebastián no sé de cuenta que lágrimas las justas.)
Sebastián: (Ya se ha levantado de la cama) “No digas eso mujer. No deberías dejar que te humillen y para eso deberías empezar por no subestimarte tanto. Si tú no te quieres, ¿Cómo te van a querer los demás?”
Rebeca: “Tienes razón, pero es muy difícil cuando ningún hombre se fija en ti”. (Se sienta en la cama al lado de Sebastián).
A estas alturas de la conversación,  entre Rebeca y Sebastián apenas hay unos centímetros  de distancia. El siente la necesidad de reconfortarla y hacerle sentir que vale mucho y ella, evidentemente lo sabe y se aprovecha de la situación.
Dos horas más tarde la misma conversación se repite en la habitación del gato de angorina y de nuevo Rebeca sale victoriosa. Le ha costado un poco más pero sólo porque Enrique ya estaba dormido. ¡Menudo triunfo! Ni Manolote en sus mejores tardes cortó tantas orejas…
Los dos hombres se sienten satisfechos con el favor realizado. Se creen mejores personas sin saber que han sido manipulados vilmente por una pobre llorona.
Al día siguiente las caras en el desayuno son todo un poema. Sara, Valeria, Alicia y Helena no dicen ni  palabra. Reconocer el fracaso es muy duro.
“¿Dónde está Rebeca?” Pregunta finalmente Helena.
“Dijo que estaba cansada y que bajaría  más tarde”.
“¿Pues ya me dirás de qué?” Pregunta Sara ofendida.
El resto del día transcurrió sin más contratiempos,  excepto algún intento más  por seducir a los galanes (todos infructuosos). Hablaron con Lola que les alquiló el bar para celebrar allí la despedida de soltera. Barra libre y todas las mujeres del pueblo invitadas. Colgaron carteles por todas partes  anunciando el evento y se pasaron media tarde acicalándose para la fiesta… Todas, excepto Rebequita poquita cosa, que tuvo un encuentro relámpago en la sala de masajes. Es lo que pasa cuando crees que la toalla que te dan para taparte una vez te tumbas en la camilla, es para tapar la camilla y evitar así que se  ensucie con el aceite. El pajar también fue el otro lugar elegido para un encuentro fortuito mientras Almudena ordeñaba las cabras. Si ya lo decía mi madre: “No hay nada como parecer tonta, especialmente  de las que nunca han roto un plato,   para  pasarte media vida de rodillas.”
Y llegó la noche. Y ahí sí que hubo sorpresas. Todos esperábamos un rato agradable  de copas y buena comida pero a eso de la media noche y al ritmo de Sick of Love  de Robert Ramírez, alguien se subió a la barra. Disfrazado del zorro, el anónimo comenzó a bailar mientras iba  desprendiéndose  una a una de todas  sus prendas  hasta quedar tal cual su madre le trajo al mundo. Todas las mujeres, a excepción de una, saltaron y gritaron; No todos los días tenemos un striper en Las Redes del Valle.
Aquellos movimientos, aquel lunar en el muslo derecho…Todo le resultaba familiar y cuando finalmente se desprendió del tanga amarillo limón de látex, ya no le quedó la menor duda.
“¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Miguelín, ¿se puede saber qué coño haces ahí subido?!!!!!!!!!!!!! Helena saltó al escenario como una pantera dispuesta a poner a salvo su más valiosa pertenencia.  Esa noche muchas mujeres  miraron con desprecio a sus maridos y las amigas de Helena entendieron por fin cual era el encanto oculto de Miguelín. Con Helena subida en el escenario, el ambiente perdió bastante color y empezaron los abucheos, acompañados del lanzamiento de cacahuetes, huesos de aceitunas y todo lo que encontraban a mano. Se respiraba tanta tensión en el ambiente  que Hernández y Fernández se dispusieron a  intervenir. Al subir ellos sucedió algo imprevisible. Empezaron a sonar  los primeros acordes de The stripper de Joe Loss, y los dos se transformaron; Parecían poseídos por el espíritu de Freddy Mercury. Sus ropas volaron, sus caderas se contonearon   como si fueran bailarinas hawaianas, así hasta la última nota con la que despertaron de su locura transitoria y salieron corriendo. Eso sí llenos de billetes colgando de su ropa interior.
Si te lo perdiste puedes ver el video colgado en el youtube. http://www.youtube.com/watch?v=CYnSZ5NlmbA

            Helena y Miguelín se disculparon mutuamente. El estaba cansado de ser   objeto de escarnio de sus amigas y de que ella no le defendiera…pero estaba seguro que eso no iba a volver a pasar…no después de aquella demostración de poderío.

            La casa volvió a la tranquilidad el domingo por la tarde. Ó no…

“¿Y ese ruido?” Preguntó Oscar en voz alta. “Parece que sale de la cocina”.
“Mira Oscar, he encontrado un aparato estupendo para batir las claras a punto de nieve.” Doña Mercedes está sentada en una silla de la cocina batiendo una docena de huevos   con el juguetito de Almudena.
“Doña Mercedes, pero… ¿Usted sabe lo que es eso?” Pregunta Oscar con desesperación mientras recoge todas las sábanas que se le acaban de caer  al suelo de la impresión.
“Primero pensé que era un chisme de esos para dar masajes en la cabeza pero después de mucho mirarlo caí en la cuenta  y dije: “Mi Basilio,  que ha querido dejar aquí una indirecta para que le haga su postre favorito: El flan Merceditas”: