El final…del verano…llegó…y tú partirás…La canción es “entrañable” pero desde el Dúo Dinámico a nadie se la ocurrido escribir una sobre lo que se nos viene encima después del verano.
En estos días de otoño que a mí me encantan, los que no tienen hijos no saben la suerte que tienen y los que los tenemos y encima por partida doble, pues a comer lechuga todo el mes de septiembre. Ante nosotros se abre el maravilloso mundo de los libros, los uniformes, las actividades extraescolares, y lo más de lo más: El periodo de adaptación. Se esfuman de repente los trinos de los pájaros en la ventana y retornan los gorgoritos de mamá gritando como una posesa para que todo el mundo saque su culo de la cama. De nuevo, la pasta de dientes aplastada en el jersey, el colacao en la comisura de los labios, las carreras para llegar a la hora…Con mi currículum no quiero pensar cuántas cosas se me olvidarán en casa, en la acera, en el coche…
Cuando escuché el precio de los libros, me pregunté si no me habría equivocado y había matriculado a mi hija de dos años en Física Cuántica en la Universidad de Cambridge. Después, cuando me explicaron que la niña tiene un periodo de adaptación de casi tres semanas (1:30 cada día), me quedé mucho más tranquila. Ya sabía que no iba a mudarse a Inglaterra. El colegio público “Tontos de España” está mucho más cerca.
De pequeña me acojonaban con el hombre del saco y me dejaban en el colegio desde el primer día tirada como una colilla y ahora…mi hija pequeña  tendrá que ir al psicólogo para superar tan duro trance. ¿Qué hago? ¿Me caso para tener los 15 días de permiso? Jajajajaja….NO. Ya habréis adivinado que mi hija va a ir a pequeños madrugadores hasta que empiece la adaptación