Me voy del trabajo con una chaqueta que no es la mía. Menos mal que la propietaria coge el bus y le deja frente a su casa.
            En el descanso meto la taza de té de un compañero en el microondas. No me doy ni cuenta que no es la mía. Mientras espero que se caliente, me bebo por error el café de otra compañera que previamente ha metido mi verdadera taza en el otro micro.
¿Lerda o despistada? Depende a quien se lo preguntes.
El que yo sea así  no implica que cuando los demás se equivocan me haga ser más indulgente con ellos…o eso dice mi novio.

18:00 PM

“¿Llevamos a las niñas al parque?”
“Sí, pero antes bajamos a sacar dinero al cajero”.

18:15 PM

“Te esperamos en el coche”.

18:20 PM

“¿Nos vamos?”
“Es que no me acuerdo del pin de la tarjeta”

18:20-19:00

“No se puede ser más idiota”; “Para estar toda la tarde en el coche nos hubiéramos quedado en casa”, “¡Niñas! Si después no  os da tiempo a estar en el parque la culpa es de él”, “¡Niñas! ¿A qué es un rollo estar dando vueltas en el coche?” “Si ya sabía yo que a un tonto no le hacía falta la tarjeta de crédito”, ¿¿¿Qué??? ¿¿¿No dices nada???”

“Sólo te voy a decir una cosa: Te estaré esperando y con lo mema que eres ya verás como no tengo ni que sentarme.”

            Por la noche advertí que se había quedado dormido con los dedos cruzados. Menudo cabronazo. Pues te vas a joder porque esta vez no pienso caer.

Día siguiente. 13:00 PM

“Vamos a buscar a la niña”
“¿Dónde era la película?”
“En el auditorio. Acaba a las 13:30. Corre que si no llegamos tarde”

13:25 PM

“Pues por aquí no hay nadie”.
“¡La leche! Pero si no era aquí. Era en el Musac. Corre, corre que como no  nos esperan,  se irán  con la niña para casa otra vez”.
“………………………..” (esto es la sonrisa de cínico de mi novio) Me fijé en su mano y de nuevo tenía los dedos cruzados deseando que llegáramos tarde.
“Ojalá no lleguemos a tiempo y tengamos que volver a casa. Después me pondré a machacarte psicológicamente como haces tú conmigo.  A ver cuánto nos reímos.”
“¿Estás disfrutando, eh?”
“Y tú, cariño, ¿no te cansas nunca de hacer el ridículo?”