El banquete y la tarde discurrieron sin muchos contratiempos. Olvidamos en casa los regalitos esos que se dan de recuerdo y luego uno nunca sabe qué hacer con ellos y los saca cuando viene la visita en cuestión. La vitola de los puros venía con la fecha equivocada. Un año antes. El que las hizo ya sabía que era la única forma de alargar el matrimonio.

23:00 p.m. Barra libre en un local de fiesta. Por algún motivo los encargados se olvidan de abrirlo. Todos los invitados esperan en la puerta hasta las 00:00 que aparecen.

24:00a.m. ¡El novio no está! Se ha enfadado hace rato con los del local y ha desaparecido. ¿Habrá ido a buscarlos? No creo porque no los conoce.

4:00 a.m. El Guadiana reaparece. Nadie sabe donde ha estado todo la noche y a día de hoy yo tampoco. Nunca se lo pregunté.

5:00a.m. Camino del hotel…sola.

5:15 a.m. Llegó al hotel…sola. Novio roncando encima de la cama con la ropa puesta.

5:30 a.m. Abro el champán, lleno la bañera de espuma y me lo bebo. ¡Viva los novios!

Nos separamos 2 meses más tarde. ¿Alguien tenía alguna duda? Y por favor, si alguien comenta mi boda que no haga la pregunta del millón: “¿Entonces, para qué te casaste?” Eso ya lo preguntó mi madre y no recuerdo ahora mismo cuantas veces.

Menos mal que tampoco soy de esas mujeres que están esperando con ilusión al que consideran el día más importante de su vida.