A veces voy a trabajar con la impresión de entrar en un parque de atracciones. Todo lo que sucede en ese maravilloso mundo es fascinante. Nos entretenemos desde  el  principio hasta el  final  de nuestra jornada  laboral y a menudo nos quedamos incluso sin palabras con las cosas que suceden.
Al  igual que en un gran parque, tenemos distintas zonas de recreo donde podemos,  o bien disfrutar participando en algunas de las  actividades programadas,  o bien sentarnos como meros espectadores y comentar lo que vemos. Esta última opción es la más demandada entre los trabajadores.
Una de las atracciones preferidas y que más éxito tiene,  es el juego de las sillas. Observamos de continuo un numeroso grupo de personas todo el día venga a correr y correr al ritmo de la música que les ponen,  intentando mantener su silla sin caerse y sin tropezar con el pie de algún otro. Si  a pesar de tus esfuerzos   tienes la mala suerte de quedarte sin silla te pueden pasar  dos cosas. O no te dejan volver al parque y te tienes que buscar otro donde seguir jugando o te llevan a otra zona también muy divertida: “La ludoteca”. Aquí  principalmente se juega con plastilina, kilos y kilos de plastilina para tenerte entretenido y evitar,  de esta manera tan didáctica,  que puedas dar guerra. A mí este sitio me encanta. Te pagan por no dar por saco. Un sueño hecho realidad.
En otra zona del parque un poco más alejada están los que manejan los hilos del tinglado. En este grupo hay varios subgrupos. Están los que saben detrás de lo que andan y hacen su trabajo sin depender de nadie. Están los que sólo saben espantar su desidia con algún grito a destiempo para intimidar a sus inferiores  y por último los superhéroes que viven en la creencia de  que  sin ellos todo el parque se vendría abajo (de estos hace poco hemos perdido a uno). Ilusos.
A pesar de su deserción, el parque sigue en pie. Ya sea por inercia, ya sea porque todo el mundo sabe lo que tiene que hacer,  pero está claro que nadie es imprescindible. ¡Cuánta dosis de humildad para muchos!  Lástima ni lo verán así.
A mí me gusta estar subida en la noria. Sube, baja, sube, baja. Nunca sabes cuándo va a parar pero mientras tanto,  me divierto viendo todo lo que ocurre en el parque cada día. Espero cuando me toque bajar,  me ofrezcan la ludoteca con la plasti,  no sin antes haber disfrutado de un mes y medio de vacaciones pagadas a cargo del parque.