La gente que me conoce dice que soy una rancia. Puede ser. No entiendo muy bien la necesidad que tienen muchas personas de besarse cada vez que se ven. O la gente que te toca con cualquier excusa. Me provoca ansiedad cuando alguien se me acerca e invade mi espacio sin pedir permiso. Me sube una cosa por el estómago que hace que mis hombros se mueven sin control. “Quita tus pezuñas de encima de mí”.

Mis hijas evidentemente son igual de rancias o más que yo y yo las aplaudo. Besan y abrazan a los que tienen que besar y abrazar. Tan pequeñas y ya tienen la capacidad de discernir entre besar a lo tonto y hacerlo con sentimiento.


Un niño entra en una tienda y escucha sin parar: “No toques eso”. Si a los niños les prohibimos tocarlo todo, ¿porque ellos tienen que aguantar y poner buena cara cuando una señora se les acerca, les coge de los cachetes y les dice: “¡Ay, qué guapa!”? Y todavía peor, cuando su madre dice: “Dale un besito a la señora”. ¿Por qué los niños tienen que besar a desconocidos que les tocan con manos que a saber qué han tocado antes? ¿Para dejar a los padres en buen lugar? No tengo la menor duda que si los niños pudieran elegir, llevarían un cartel que dijera: “No se toca” colgado del cuello.


Yo me siento bien cuando mis hijas dicen que no, o cuando se limpian si ya les han plantado el beso. Igualitas que mamá.

Si alguien no opina igual y tiene falta de cariño, se puede comprar un chucho…o una cabra. Se las vendo. Mi novio tiene unas cuantas.