Si mi novio me habla de algo de lo que ya me habló (según él, claro) y lo que me  dice me suena a chino, tengo que escuchar: “Es que nunca me haces caso cuando te hablo, no me prestas atención. Tú sigue en  internet y a mí que me den por ahí.”

Pero… ¿Qué pasa cuando yo le hablo de algo de lo que ya le hablé (según yo por supuesto) y es a él al que le suena a chino lo que yo le digo? Pues entonces tengo que escuchar: “Si es que no me cuentas nada. De todo me tengo que enterar de rebote y por los demás. Ahora te inventarás que me lo contaste. A saber a quién se lo dijiste. Mira, mira…prefiero no saberlo y me voy a callar que la tendremos muy gorda”.

¡Pues no va ahora y  dice que se ha cansado de ser él el que está todo el día encima de mí! Me dice que me lo curre yo y le demuestre que me importa. Pues claro que me importa pero no entiendo por qué tienen  que cambiar las cosas. Yo soy un animal de costumbres y estaba muy bien acostumbrada. He pasado de huir a  todas horas por la casa a tener que pasearme desnuda hasta para calentar la leche en el microondas. Me mira de reojo, se ríe pero no te creas que se acerca o dice algo, noooooo, se hace el pendejo, como si no fuera con él y yo estuviera loca. Y eso que como todos los hombres tiene ese apéndice que le delata continuamente. Eso sí, con  la caradura de decir que eso no cuenta, que el bicho  tiene vida propia, pero que no significa nada.
Desde hace días duermo sin ropa. Me abrazo a él toda la noche, ahí pegada como una lapa. Menudo calor. Cuando se despierta dice: “Pero cariño, ¿Cuándo te quitaste el pijama?” Tendrá morro…  Paso de revisarle las uñas porque seguro que se las ha comido todas,  una por una durante  toda la noche.

Yo no sé cuánto le va  a durar tanta dignidad pero espero que el verano siga alargándose porque si no, no sé si ganaré para Frenadol este invierno.

Con lo cómodo que era todo antes…