No sé si os ha pasado alguna vez que estáis durante horas haciendo algo y cuando os acostáis por la noche y cerráis los ojos lo veis una y otra vez. A mí me ha pasado 3 veces en la vida. La primera fue la tarde que se me ocurrió jugar a ese estúpido juego del Tetris. Durante horas estuve intentando pasar de la primera pantalla sin ningún fruto. (no dice mucho a mi favor, lo sé). Me pasé toda la noche colocando fichas como loca. La cosa es que dormida era una máquina y llegaba al último nivel. La segunda vez fue el día que aprendí a esquiar. Hala, toda la noche haciendo la cuña. Parecía Paquito Fernández Ochoa. La realidad fue bien distinta,  de la primera hostia que di caí de morros y rompí las gafas de esquiar. Parecía un dibujo de comic incrustada en la nieve y después, ya  sólo se escuchó el: clin, clin, clin de los cristales. No volví más.
Y por último y no menos importante, la tercera,  ayer. A las 2 de la mañana, cerré los ojos y por mi mente empezó a pasar una dedicatoria tras otra. Me veía allí firmando los libros y recordando lo que le había puesto a cada uno. 100 libros, 100 dedicatorias distintas y con la duda de si a alguien le pondría algo indebido…otra cosa sería más difícil.
Todo sucedió volando pero tengo recuerdos. Recuerdo ver muchas caras conocidas sonriendo. Mi hija Adriana en la segunda fila con cara de: “Pues vaya revuelo se ha montado porque mi madre ha escrito un libro. Con lo bien que estaría yo ahora en la piscina.”. Mi hija Valentina en la segunda fila con cara de: “Mi madre, mi héroe. ¡Qué guapa es! Tengo que estar callada, tengo que estar callada. Valentina contente.” Mi madre, desde hace días ya estresada como si ella fuera la Pantoja y yo Paquirrín en Supervivientes. Su frase: “¡Ay!, a mi no me hacen ninguna gracia estos telares” lo resume todo. Mi padre, en la primera fila “Si la tonta de mi mujer no quiere sentarse aquí, yo sí, faltaría más.” Después de un montón de agradecimientos he hecho memoria y creo que me salté la línea en la que había escrito que agradecía a la editorial el haber confiado en mí. ¡Qué desastre! No se puede escribir un discurso una hora antes del evento porque no lo memorizas todo. Mi novio, ¡Ay mi novio!…eso sí fue peor. Yo pensando que le gustaba el anonimato y resulta que le habría gustado que lo mencionara. Si hay una próxima vez juro actuaré como Iker Casillas en la final del mundial. Mi hermana, imposible no verla, si mides 1.80, eres divina,  hablas con todo el mundo, vendes todos los libros que había y los que no había, te tienes que acordar de ella. Maldita genética. ¿Qué fue lo que falló en mi caso? 20 centímetros menos que me obligaron a llevar unos zancos de los que también me estoy acordando aún.
Recuerdo familia, amigos, buenos amigos,  conocidos, libros y más libros…ah, y mi novio, sí mi novio…no te olvido chuchi. Si lo juntas todo, voilá, un día  irrepetible y para repetir en el futuro.