15 minutos permanecí en el lugar de la cita como una novia plantada ante el altar. Reconozco  que por algún rollo en el pasado he esperado más, pero he de decir a mi favor que si lo hice fue porque tenía la perspectiva de pasar un rato “importante” después. Aquí ya tenía el triste  presentimiento de que la soledad iba a ser la única que hiciera su aparición estelar… Aún así…

Varias horas antes…

“¡Rosa, necesito que bajes! (Los signos de admiración son porque mi hermana siempre habla como si fuera la pregonera del pueblo).  ¡Quiero hacerles unas fotos a papá y a mamá y tienes que venir a maquillar a mamá!”
“He quedado a las 7  y media así que vamos pronto que luego me lías y no quiero llegar tarde.”

A las 4 de la tarde bajo a León con la niña, cumplo con mi deber de hermana y de hija, cargo con el maletón que sirve de atrezzo para las fotos (mañana tendré agujetas), poso sin rechistar, hago de taxista de vuelta.

Dos horas y media antes…

“Mamá, quiero ir a jugar con la prima Carla.”
“Te llevo un rato pero después nos vamos que he quedado a las 7 y media y no quiero llegar tarde.”

45 minutos antes... (Casa de mi hermano, salón calentito, copa de cava en la mano…cumpliendo con mi deber de madre)

“Valentina, vamos, que todavía tenemos que ir a buscar el coche, subir a casa y yo tengo que volver a bajar que he quedado a las 7 y media y no quiero llegar tarde.”

En 10 minutos llego al coche con Valentina a la que he llevado  en volandas; En otros 15 llego a casa después de conducir como si mi hija necesitara un riñón y me lo fueran a denegar por llegar tarde al hospital; Mi novio baja en pijama a la calle y coge a la niña para que yo  no tenga que aparcar; Y en otros 15 estoy de nuevo en el punto de partida. Puntual.

15 minutos después…

“Aquí no hay nadie cariño, pon a enfriar unas cervezas que tengo que escribir una entrada…”

Siempre me he preguntado por qué  siempre tengo tiempo para quedar con alguien; por qué cuando hay que comprar un regalo de parte de muchos siempre voy sola; por qué organizo cualquier evento en el que participo; por qué nunca digo que no cuando alguien me invita a su casa o se invita a la mía…La gente debe de pensar que tengo una vida social de lo más pobre porque siempre tengo tiempo para todo…eso ó la vida social de los demás debe de ser la hostia.  Pero me da a mí que no es así. La culpa de todo  la tiene mi nula capacidad para decir que no. Así que… primer propósito del 2011: “Declaro el 2 de enero como el día en el que tomé la decisión de decir que no por defecto.”
Que no…cariño…que a ti no te va a afectar…