Estudiar en un colegio de monjas es algo que te marca para toda la vida.  Desde el primer día, aprendes un montón de cosas que ellas llaman valores…no dudo que lo sean…bueno…un poco.

Te enseñan a sentarte como una señorita antes de abrir el primer cuaderno (Este legado  nos lo dejó  nuestra querida hermana Guridi.  Nos prohibía llamarle así por la calle por miedo a que la gente la confundiera con una etarra peligrosa. No puedo  describirla. No sé. Imaginaros la típica monja. ¿Sabríais dónde colocarle unas granadas de mano? Imposible, pero ella al oír su nombre se cubría siempre  la cara como si fuera una famosa a la que acababan de pillar in fraganti)

            Te enseñan a no decir palabrotas (Este legado es herencia de la no menos amada hermana Carreño). Un día nos puso una traducción más larga de lo habitual y alguien en la última fila exclamó: “¡No te jode!”. De primeras, creímos que se le salía la dentadura postiza.  “¿¿¿¡¡¡¡Quien ha sido!!!!???” Automáticamente todas giramos la cabeza en dirección a la culpable. “¡¡Joder, cuánto Judas suelto!! ¡¡Ha hecho falta torturaros a todas!!” Consecuencias: A la puta calle y un cero cuadrado de los que no levantabas en su libretita de 8x8.

            Intentaron enseñarnos el significado de la palabra civismo (Legado de una mujer feísima y nada querida que se sujetaba el flequillo con dos horquillas a cada lado. ¡Menudo valor!). “Hoy vamos a ir a la sala de video”. Acto seguido, la mitad de la clase…o más,  se subió encima de los pupitres como salvajes. Consecuencia:

 “¡¡¡¡Daros clase a vosotras es como echar margaritas a los puercos!!!!

Gracias a Dios, aunque las horquillas salieron disparadas como las tetas de Afrodita A, no acertaron en el ojo de nadie. Castigo: video ni por el forro y encima,  a escribir una valoración del hecho….Ahora que lo pienso,  eso realmente  me hizo mella porque a día de hoy sigo usando a menudo la frase: “Vete a tu habitación a reflexionar.”

            Y por último, nos enseñaron a ser solidarias. En 3BUP por fin pudimos cantar eso de: “¡Qué buenas son las hermanas Carmelitas, qué buenas son que nos llevan de excursión!” Haciendo un gran esfuerzo nos llevaron a PORTUGAL. Bueno…no…a la frontera. A Portugal fueron ellas a comprar toallas y sábanas mientras nosotras pasábamos toda la mañana en el autocar esperando para ayudarles a subir las cosas.

            No sé si aprendimos alguno de estos valores. Y si lo hicimos gracias a ellas. Lo único que recuerdo fue lo bien que me lo pasé, las amigas que hice y las risas que compartí.

            Os espero en enero…