Puntuales y fieles a nuestra primera cita,  un año más tarde nos reuniremos.  El año pasado 10 tías divinas. Este año ya seremos  15 y seguiremos estupendas…que nuestro trabajo nos cuesta. Hace un año comimos y bebimos. Este año comeremos, beberemos, cenaremos y dormiremos.  Maldonado dice que no pasaremos de 22 grados y no veremos el sol. A alguna ya le jodió el modelo que llevaba pensando ponerse toda la semana. Yo, como soy atérmica y me visto sin mirar por la ventana no tengo ese problema. Claro que,  así voy a veces…que la gente me mira como si me faltara un riego al cerebro. Los ingredientes de la fiesta los mismos. Mismo restaurante (Terraza del Cenador Rúa Nova), mismo garito de copas (El Rincón del Valle). Mi hermano abre para nosotras solas (con el gusto que da poder gritar y hablar todas al mismo tiempo sin molestar a nadie). Seguro que al final se cuela alguno de los que el año pasado se “enfadó” cuando se enteró que allí se celebraban fiestas de chicas y no les había avisado.
¿Qué le habrá ocurrido a cada una en el último año? Y a las que no vinieron el año pasado… ¿Qué les habrá pasado desde la última vez que nos vimos hace 21 años? Los años pasan volando y cuando haces este tipo de reuniones piensas en lo que has hecho con tu vida, en lo que podrías haber hecho y no hiciste, en lo que te gustaría hacer pero no sabes  si tendrás los huevos de hacer.  Yo me paso la vida poniéndome retos. En mi mente no cabe la posibilidad de  pasar un año sin haber hecho algo que me haga pensar que lo aproveché.  No hablo de descubrir la vacuna contra el cáncer pero sí de  pequeñas cosas que me recuerden ese año en el futuro por algo bueno. A veces con sólo pensar en  que disfrutaste la hostia es más que  suficiente. Pero claro…para disfrutar algo tuviste que hacer…
Por eso, nunca he mantenido relaciones  sin sentido en las que todo estaba acabado. ¿Por qué habría de hacerlo si podía estar sola tan a gusto o estar con otra persona con la que  hacer el pino puente con las orejas? Todos los años viajo. Me cuesta dar clases cuando salgo de trabajar pero cuando estoy de vacaciones y veo la cara de mis hijas que  me miran como si mamá fuera la hostia en bicicleta, la mejor del mundo mundial por haber elegido ese sitio, entiendo por qué di las clases.  Me enfundo  siempre en la misma talla porque no hacerlo me provoca  tal depresión crónica que instantáneamente dejo de comer. Quedo para tomar vinos con algunas de mis amigas una vez al mes, con otras  una vez por semana, con las del cole una vez al año y con las del insti otra. (Esto me hace pensar que debería organizar  también algo con las de la Universidad). Con las que no quedo,  hablo por teléfono. Ponerse al día siempre es importante.  Laboralmente sigo intentando que llegue el momento en que pueda dejar el trabajo que tengo. Las cosas que no te producen ninguna satisfacción hay que dejarlas a un lado porque te minan tarde o temprano.
Ante todo,  nunca pierdo la esperanza de que todo  lo quiero en la vida lo conseguiré en algún momento. No es que no la pierda…es que estoy convencida.