Fui a un colegio de monjas. Las recuerdo como  señoras finas, educadas, con un culo desproporcionado comparado  con el resto de su cuerpo (las de mi generación se ve que rezaban más tiempo sentadas que de rodillas), atentando siempre contra la capa de ozono a juzgar por la cantidad de laca Nelly que llevaban en la cabeza, con un rictus a lo Esperanza Aguirre que te sonríe como la Mona Lisa pero sin mona, como si te estuviera deseando la muerte en todo momento.

Yo soy más de cagarme en la madre de uno directamente y ellas más de te sonrío, te doy una palmadita y después te digo lo hijo puta que eres pero todo con buenas palabras y cariño, mucho cariño.

La Carreño no era de esas. No recuerdo ni una buena palabra que saliera por su boca con aliento a  mandarina. Profesora de latín. Vestida siempre con un vestido de cierto pelo rojo de manga corta y un jersey cuello cisne con las  mangas a la altura del codo. “No se puede despilfarrar”. Decía constantemente. Siguiendo esa  línea de la austeridad, usaba  la misma libretita (7x7 centímetros) para anotar las notas de todos los alumnos del colegio. En cada página una clase entera y cada año lo borraba todo y vuelta a empezar. Así llevaba 20 años. Por supuesto casi nunca acertaba a poner la nota en el alumno correcto y si protestabas su única respuesta era: “No me repliques”. Y si hacías el ademán de hacerle razonar, su segunda respuesta era: “Te voy a poner un cero cuadrado para que cuando lo vea  en la libretita sepa que hiciste algo muy gordo”. Y por desgracia en ese no se equivocaba de línea. Ya tenías dos.

Podrían  haberle adjudicado  un sillón en la Real Academia de la Lengua a juzgar por todas los adjetivos que usaba para describirnos: “Pelelas, irreflexivas, groseras, barriobajeras, despistadas, veletas, rebeldes, loras, tornadizas, indisciplinadas, arbolarias, aventadas, osadas, atrevidas, descocadas, infelices, inocentes, desobedientes, irresponsables, frivolonas, brujas, monas, distraídas, peste, lanzadas, alocadas, verdularias, oreadas, pajareteras, egregias, bolígrafas, maníacas, cuan locas, derrochonas, dilapidadoras”…ahí es nada…la riqueza de su vocabulario y mi memoria. Han pasado ya 22 años… ¿Seguirá con el mismo vestido?