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En la entrada de ayer hablamos del negocio de uno de mis hermanos. Tengo más. Otro tiene un bar (El Rincón del Valle en Av. Padre Isla, 43, León). Este no necesita mucha publi porque la hostelería es lo único que siempre está en auge…eso y el porno pero de eso, a día de hoy, no hay ningún negocio en la familia.
El bar de mi hermano es de esos en los que entras a las 8 de la tarde a tomarte una cervecita y cuando te das cuenta te están invitando a desalojar el garito a las 5 de la mañana. Eso fue lo que me pasó a mí una noche…fatal…mi comportamiento deplorable… Todavía a día de hoy no sé cómo no acabé encerrada en Mansilla (la cárcel de León para los lectores que no sean de aquí).
La noche empezó tomando unas Desperado, que es una cerveza con tequila muy peligrosa que tomas y tomas sin darte cuenta pero cuando te levantas, notas que no las has digerido todas y atacan a tu cerebro sin piedad. Sin darnos cuenta eran las 5 de la mañana. Según mi hermano, mi amiga Almudena intentó entrar por el maletero. Yo no suelo aparcar muy cerca de la acera así que supuestamente pegué tal salto de la acera a la puerta del coche que parecía estar haciendo el salto del cisne… con la hostia correspondiente claro. Primero dejé a mi amiga María José en casa y después a Almudena. El problema más gordo fue cuando, después de un momento de amnesia transitoria, se me olvidó que ya había dejado a María José. Así que aparqué de nuevo en su casa y dije: “Ala, María José, baja.” Miré para el asiento de al lado.
¡Hostias!¿Dónde está María José?. Mi cabeza empezó a girar y girar. ¿Dónde se habrá quedado esta mujer? ¿Estará encerrada en el baño del bar y cerramos el garito con ella dentro? Mientras más lo pensaba, más a lo tonto seguía conduciendo… hasta que de repente un coche de la policía paró a la altura del mío y me hizo señas para que bajara la ventanilla. Yo muy obediente la bajé. Llegados a ese punto ¿Qué otra cosa podía hacer?...A lo mejor sabían dónde estaba María José.
“Señorita, ¿Hay alguna razón por la que se haya saltado usted todos los semáforos en rojo?”
“¿¿¿¿¿¿¿¿¿Yor, zeñor agenter????????? No zoy conscriente de habel heso eso que uster me dice. Lo sientol muchírsimo” Se miraron; me miraron; yo miré el semáforo que había delante y dije: “Uy, se ha puesto verde. Adiós.” Y arranqué antes de darles tiempo a reaccionar. Después de semejante trance se me pasó toda la tontería que tenía encima. O eso creía yo…
Llegué a casa, desperté a mi novio para preguntarle si sabía dónde estaba María José y como no tenía ni idea (en realidad me mandó a freír churros), le pedí que me parara la habitación para poder enviarle un sms. Necesitaba saber si seguía en el baño. El sms decía lo siguiente: dfadfaeiraonvn.