Cualquiera de mis hijas llora de madrugada. Mi novio no las oye. Se prende fuego un coche en frente de nuestra casa. Mi novio no se inmuta. Valentina se hace pis o vomita en la cama. Mi novio sigue durmiendo plácidamente mientras yo me cago en todo lo que se menea  de la que la cambio, pongo ropa nueva en  la cama, y la vuelvo a dormir. Al día siguiente mi amorcito sólo  puede sorprenderte con dos  frases: “Lo siento cariño. Es que no las oigo. ¿Qué puedo hacer?” o “¡Qué bien durmieron anoche, eh! ¿Por qué tienes esas ojeras?” También se te pueden quedar los ojos vueltos pa trás si le escuchas: “¿Y ese coche hecho cenizas? Seguro que lo hicieron de madrugada para que nadie se diera cuenta…” “Nadie, cariño, sólo los bomberos, los que bajaron primero con extintores caseros, los que corrieron a cambiar su coche de sitio por si explotaba…había más gente en la calle que en la procesión de Semana Santa pero no sufras cariño. Tú no sufras.”  
Lo mejor de la capacidad de mi novio para dormir como si le hubiera picado la mosca tse tse se produce a las 7 de la mañana cuando me levanto en silencio, salgo de la habitación y cierro la puerta para que no oiga ruido, me ducho, vuelvo a la habitación y él,  dormido como una marmota y sin abrir los ojos (supuestamente) dice frases como: “No veo que te hayas puesto  el imperdible (un centímetro de ancho como mucho)  para que ese vestido no se te abra y se te vea todo en el trabajo” ó “¡hala!, ¿no había otro tanga para ponerte  con esos vaqueros? Sin en tu trabajo tienen que estar encantados contigo. ¡Madre mía, lo que hay que ver!” “Algún día alguien me explicará por qué conmigo sólo te vistes como si fueras a un festival hippie.” ¿¿¿¿Y tú eres el que no se despierta ni aunque caiga un misil y se estrelle contra nuestra ventana???
Si hubiera muchos como mi novio,  (seguro que los hay) en los aeropuertos desaparecerían esas máquinas infernales en las que  te metes y te hacen una radiografía de cuerpo entero. ¿Para qué entrar en ese aparato  si él lo comprueba todo en unos segundos? Llega a casa. Mira a un lado, mira hacia el otro. Otea una visita…masculina. Te mira fijamente. No podrías decir si de repente se ha convertido  en  Superman  usando sus rayos X o en  el Inspector Gadget.  Pero no se fía de sus súper poderes. Aún así tiene que cerciorarse.  En cero coma se sitúa  a tu lado. Y  dos segundos más tarde  te  pasa  la mano por la espalda con la excusa de darte un beso (el chico es muy cariñoso) y baja la mano hasta donde acaba la espalda. Con un movimiento tan simple y tan sutil ya ha comprobado si le  estás faltando al respeto.
¿Cómo tendría yo el valor de hacerlo? En mi casa suena el timbre. Y automáticamente salgo disparada como una posesa  a la habitación, abro el cajón de la ropa interior (yo no sé el resto pero a mí en mi casa me gusta estar libre como los pájaros), me pongo todo lo que encuentro  y no me pongo una faja porque nunca he llevado de eso que si no…es más, no es la primera vez que llaman a la puerta sin pasar antes por el telefonillo  y al no darme tiempo a nada más, cuando abro tengo que oír: “¿¿¿Por qué llevas un albornoz si hay más de 30 grados????”
Encojo los hombros y me limito a sudar… por lo menos no tendré que ver los sudores fríos  de mi novio cuando llegue…y eso no tiene precio.