Las personas nos comportamos de una manera muy extraña cuando viajamos. Hay una serie de incógnitas a las que no encuentro respuesta.

Si a diario lees el periódico, ¿Por qué  cuando vas de vacaciones dices: “Voy a leer  la prensa”?

Si a diario comes barras de pan, ¿Por qué cuando estás de vacaciones comes “baguettes”?

Si en la carnicería de tu barrio compras filetes de ternera, ¿Por qué cuando estás delante del menú del restaurante dices: “Hoy hay pescado y también “carne de res”?

Si las tarjetas de embarque están numeradas, ¿Por qué la gente hace colas interminables en la puerta y se enfadan cuando alguien se cuela? Si no haces la fila, ¿Existe alguna posibilidad de quedarse sin asiento y volar de pie durante 10 horas?

Si en tu casa comes 3 veces al día racionalmente, ¿Por qué en un todo incluido comes compulsivamente como si estuvieras abasteciéndote para todo un año?

Aunque bebes desde que te levantas hasta que te acuestas, ¿Por qué en los “todo incluido” nunca te tajas?

Si vas de luna de miel con tu pareja, ¿Por qué desde el primer momento haces amistad con otras parejas? ¿Es estrictamente necesario? Y lo que es peor, ¿Por qué en el aeropuerto,  a la vuelta intercambias las direcciones con gente a la que acabas de conocer y a la que no volverás a ver nunca más?

Si pagas 700 euros por el vuelo más el todo incluido, ¿Por qué hay gente que todavía se queja porque en la playa hay rocas?

Como no hablo con nadie (soy así de sociable) me da tiempo a observar mucho, a pensar, a imaginar y creo que hay personas deberían quedarse en su casa  donde comen variado  y sano por poco dinero, en la bañera no hay rocas, leen la prensa, y no tienen que hacer más colas que la de la panadería para comprar barras de pan.