Mi irrepetible e inigualable amiga Helena dice que toda mujer de verdad debería tener una boa de plumas, así que para mi cumpleaños me regaló una de plumas color rojo puta,  ideal para actuar en el Folies Bergere.
Estoy barajando la posibilidad de llevarla a la  cena de empresa de Navidad. He oído que va a haber lentejuelas, palabras de honor (que nombre tan tonto para un escote), tacones de aguja… ¿Y los hombres? ¿Sacarán brillo a sus zapatos de charol o cambiarán los cordones de sus  habituales playeros por unos de color dorado burbuja freixenet? En realidad,  da igual el diseñador que elijan  porque al igual que en todas  las bodas, nadie se fijará en los “novios”.
El lema de toda celebración de este tipo no varía: “Antes muerta que sencilla”. La que ya sabíamos todos que estaba buenísima, pasará desapercibida. Al fin y al cabo es un día más en el que está que se sale. Pero…dice mi amigo Gustavo que las que cuentan de verdad  son “las vecinitas”, esas que han pasado una y mil veces por delante de ti y en las que tú  nunca has reparado. Pero  llega una cena de empresa y dices: “Joder, con la vecinita. Menudo culo.” Desde ese momento no puedes dejar de pensar en la vecinita, en su culo y en esas tetas tan bien puestas que hasta ahora siempre llevaba camufladas bajo un jersey de lana gorda. A partir de ese momento, las que están tremendas ya han pasado a un segundo plano. A fin de cuentas ya antes las considerabas  diosas inalcanzables. Pero la vecinita es tan cercana… ¡Y encima la tía es simpática, joder!
La gente empieza a beber y “los palabra de honor” que en un principio eran muy glamurosos,  empiezan a decaer. Las que salieron con las pinturas de guerra de los sioux se van pareciendo cada vez más a la bruja Lola. Los hombres a partir de las 3 de la mañana ya nos ven guapas a todas sin distinción. A las 4 llega  la hora de la exaltación de la amistad y a partir de ahí… fuera el protocolo.
Lo peor: La gente que al día siguiente cuelga las fotos del delito en el facebook.
Lo mejor: Lo bien que nos lo pasamos todos por una noche a pesar de todos los telares que preparamos todos los días.