Con la tecnología de Blogger.
¿Cuántas veces has dicho “Ya no puede pasarme nada peor” y te has equivocado? ¿Cuántas veces has dicho: “Algún día me reiré de esto…pasará mucho tiempo pero terminaré viéndole la gracia”?


Si has tenido un mal día, si crees que ya no puede pasarte nada peor o todavía no has olvidado eso de lo que tardarás mucho en reírte, entra en este blog y comprobarás que no eres el único. La idea no es consolarse con las “desgracias” ajenas, sino aprender a reirse de lo que haya podido convertir tu día en un infierno.

lunes, 16 de abril de 2012

Me gustan las mujeres. No en el sentido genérico, en el que nosotras les gustamos a los hombres (tetas y chichi). A mí me encanta  todo  lo  demás.  Mi novio dice que en realidad,  si no fuera porque me va  “el tema”,  tenía que haber sido lesbiana. Yo no iría tan lejos  pero  sí es cierto que  veo muchos  pros y muy pocos contras en el  género femenino.

Tuve unos  padres machistas. Los dos,  no sabría decir cual más. Y no hay nada peor que una mujer machista,  de las que dividen las tareas y las aspiraciones que puedas tener,  en función del sexo que tengas. Cuando creces sólo pueden pasar dos cosas, que la imites porque te convenció de que la vida era así de frustrante o que optes por ser radicalmente todo lo contrario. Es decir, mi caso. Eso se traduce en: limitaciones cero.  No soy de las que piensa que los hombres y las mujeres somos iguales. Ni mucho menos. Somos muy diferentes.  Tengo claro que no somos inferiores  ni peores…más bien  lo contrario.  No tenemos la misma fuerza física. De acuerdo. Y, ¿Para qué querríamos tenerla? ¿Es útil realmente? Nosotras tenemos la fuerza mental. Esa sí es práctica,  y con ella paliamos la debilidad de otros músculos. No entiendo muy bien para qué iba yo a levantar un elefante si tengo la capacidad de liar a un  hombre para  que lo haga y encima se sienta  bien presumiendo de macho man.

Escucho normalmente frases como: “Es mucho más fácil trabajar con hombres que con mujeres”. Eso es como decir que prefieres a Pep antes que a Mou. Y a mí, sinceramente,  dame a Mou y quítame de mi vista al “noble, bueno, humilde, tranquilo….”. Me gusta la gente a la que veo venir. Algunos/as dicen en tono despectivo  que somos histéricas. ¿Histéricas?  Una mujer puede “dar mucho pol culo”. En cambio un hombre es tranquilo, colega, no da un puto ruido en el trabajo…hasta que lo da. Y cuando lo hace, no sabes ni por donde te viene porque hasta ese momento no te ha ido dejando ninguna pista.

Cuando oigo decir a un hombre: “Las mujeres son   retorcidas, problemáticas, complicadas….” me ofende profundamente  pero cuando se lo escucho a una mujer,  la abofetearía. O cuando alguna dice: “Mis mejores amigos son hombres…es que  las mujeres somos muy malas”. Pero…si somos la hostia. ¿Cómo has podido llegar a esa conclusión? Ocurre lo mismo cuando alguien dice: “Prefiero tener niños a niñas. Las niñas son repipis y los niños son tan buenos y nobles…” Vuelta la burra al trigo con la nobleza. Los niños saltan, corren, son brutos como arados. Mis hijas son divertidas, irónicas, entretenidas y desde pequeñitas ya saben que son lo más. Eso sí…las veo venir de largo y eso me gusta.

Aquí va un pequeño ejemplo de lo que ellos calificarían como retorcida pero nada más lejos de la realidad.

Esta mañana. Medio dormida. Abrazo a mi novio.

Mi mente: “Ummmm. Pero si no lleva ropa…es mi momento. Joderrr… ya empezó la Fórmula Uno. Si  le digo se jodió el tema.”


Mi novio: “Ummmm. Queremos temita, eh?”

Mi mente: “Se lo digo o no se lo digo. ¿Hamilton o un gustico a primera hora? Ay… ¡Qué difícil! Jajajaja. Eso último es broma.”

Yo: “Sí. ¿En qué lo has notado?”

(Aquí vendría el ruido de fuegos artificiales)

Resuelto el tema, más feliz que una perdiz, alargo la mano hacia la mesita, cojo el mando a distancia, y se lo pongo encima.

Yo: “Toma. Todavía te da tiempo a ver las últimas vueltas de la Fórmula Uno”.

Él: “Hija puta, mal parida.”

Nosotras somos así…mola, eh?








miércoles, 11 de abril de 2012

No puedo ni  remotamente quiero  imaginarme que me habría hecho mi madre si con 4 años le hubiera dicho que quería hacerme dos pirsíns, uno en el ombligo y otro en la nariz. Probablemente la cabeza me habría dado dos vueltas de 360 grados. (Descabezada seguro que no me quedaban tan bonitos los pirsíns). Desde entonces han pasado   36 años pero  la reacción del padre de la mongólica de mi hija pequeña no ha sido mucho más  light que la de la cafre de mi madre.

“¡Qué qué! ¡Rosaaaaa! ¿Qué dice la  chalada de tu hija? (¿Por qué las niñas siempre serán  mías cuando hacen algo que no le gusta?)  ¡Piercings! ¡Con la pistola de puntas de metal de la ebanistería te voy a hacer yo el piercing en la frente! Ya verás qué guapa quedas. ¡Descerebrada! Pero, ¿A quién ha salido esta niña?” Hay una serie de preguntas retóricas que si las pusieras en el traductor de google, la traducción sería: "La culpa es tuya".

No sé puede tener una hija de casi 9 años  que quiere hacer la comunión en chándal y otra de 4 que ya ha decidido,  con 5 años de antelación, que cuando ella la haga quiere llevar un vestido de novia con todos sus complementos.

“¿Que  quieres ponerme el de mi hermana? Jajaja.  Es una broma, ¿verdad? No pensarás que voy a llevar un vestido usado. ” Todo esto lo dice con la naturalidad que podáis encontrar en un meneo de pelo hacia un lado a lo Carmina Ordoñez mientras  estira la otra mano y la apoya sobre el pecho con cara de asco.

Ya sin cabeza porque mi madre  me la habría arrancado de cuajo  por cualquiera de las geniales ideas anteriores, paso de pensar  en lo que me habría dicho si al verla  despedirse de mi padre para ir al trabajo, se me hubiera ocurrido decirle a mi primo de 6:

“Mira, mira, ahora se van a dar un beso de novios. Les vas a ver hasta la lengua”

Ella mal, pero anda que la respuesta de su primo...

“Tu madre no puede darse un beso de novios con tu padre porque el novio de tu madre es Gustavo.” (Ya verás tú como al final  la pistola de puntas de metal sale a pasear esta semana…)

“Mentiroso. Mi padre sí  es su novio y además se van a casar aunque no quieran.”

“Estás loca. Tu madre ya se casó con Gustavo y son novios. No puede casarse otra vez”

“Déjame en paz. No sabes nada de nada.” (meneo de pelo para el otro lado y vuelta de ojos hacia arriba con cara de desesperación)

Todavía no me he recuperado de la conversación entre estos dos micos, y voy con la otra (la del chándal) , que lleva ya casi 10 días en la playa.

“¿Nos echas de menos? ¿Tienes ganas de volver?” (No sé para qué se lo pregunto si ya sé la respuesta y la desidia con la que me va a contestar).

“Sí, mamá. La verdad es que ya  me aburro bastante. Tengo muchas ganas de veros a todos. Te paso con papá.”

Oigo esas palabras y sufro un momento de euforia indescriptible pero por desgracia me  dura tan sólo unos segundos.

“Oye, dice la niña que quiere volver, que se aburre contigo y nos echa de menos.” (Esa soy yo chinchando a su padre donde más le duele que para eso  sufro yo de esa misma enfermedad todo el año)

“Adrianaaaaaa!!!!!Así que ya tienes ganas de irte, eh??? Y te aburres conmigo, ehhh?????”

Desde la distancia pero con la suficiente claridad como  para que yo pueda  escucharla  a través del teléfono.

“¡¡¡¡Pero, papá,  no me has dicho que le diga eso cuando llame!!!!!”

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