Desde que tengo uso de razón creo que ya  estaba a  dieta. Recuerdo  que mi madre estaba embarazada  y ya le decía: “No comas más mamá. ¡Para, por Dios! ¿No ves que ya  estoy como una bola? ¿Cómo coño voy a salir por ahí?  Esto está muy oscuro. A ver si me quedo tonta entre que consiguen sacarme y no con esos cucharones de metal.” Tanta brasa le di a la mujer,  que la muy vengativa  rompió aguas en una pescadería. “A ver si desde pequeña empiezas a comer sano, pesada, que el potasio es muy bueno.”
Hasta los ventitanos siempre estuve delgada. Me decía: “Mientras entres en la 36,  todo lo demás carece de importancia.”  Pero el resto del mundo se empeñaba en acabar con mi alegría: “Cuando adelgazas tanto, se te queda la cara chupada y te pones muy fea”. Yo ni caso. De toda la vida de Dios que se te marquen los pómulos y los huesos de la clavícula es sexy. Nunca he experimentado una satisfacción más grande que la de no llevar sujetador y verme las tetas a la altura de  las amígdalas.
 Cuando pesaba 50 me ponía a dieta  para llegar a los 45. Cuando llegué a los 55 soñaba con pesar 50…y así sucesivamente hasta que tuve que poner un límite. Según veo ese cruel número en la báscula saltan todas las alarmas y comienzo lo que algunos llamarían la dieta de la inanición. Me peso todos los días por la mañana,  a veces hasta de puntillas si quiero empezar el día con más alegría. Y después como verde  y  bebo té verde, rojo y de todos los colores  de lunes a viernes. Si no existieran el sábado y el domingo pesaría menos que mis hijas pero mi fuerza de voluntad es nula  cuando se trata de no salir el fin de semana. Si los médicos dicen que tomar una cerveza al día es bueno, ¿Por qué no es mejor pasar de beber de lunes y a viernes y tomarte las 7 el domingo? Quizás…Porque me tomo otras 7 el sábado??  ¡¡Médicos timadores!! Así está la seguridad social como está…