15 de Septiembre de 1985

De mis últimos   15 días en Tegus  podría  contar muchas cosas pero será  mejor que deje el resto   solamente para  mis recuerdos. Viví cada minuto con la intensidad  de las personas a las que les comunican que  sólo les  quedan unos días de vida. Es sorprendente lo bien que se lleva uno con la persona a la que quiere  cuando cree  que no la va a volver a ver nunca más. Aprovechas cada minuto como si la vida  te estuviera regalando cada instante. Te quedas en el “THE END” de las películas, en ese segundo  perfecto en el que todo se  idealiza.  ¿Nadie se pregunta nunca qué pasó después? ¿Seguirían juntos toda la vida? ¿Y la crisis de los 7 años? Te quedas en el “estábamos hechos el uno para el otro”…en realidad, ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Creo que  nunca debemos  volver a los lugares en lo que fuimos  felices. Lo creía ya entonces y lamentablemente lo volví a comprobar después de nuevo.  Los buenos  recuerdos, esos que te dejan un agradable  sabor de boca, esos que te hacen idealizar una relación, una amistad o un lugar,  pueden tornarse en: “Me gustó más la primera vez; es que esta vez, es que la otra vez…”y un montón de lamentos más que borrarán incluso los recuerdos especiales  de la primera.
Pero…yo soy necia por naturaleza. Tenía que volver. No podía vivir toda la vida con el: “Y si hubiera vuelto…” ¿Habría funcionado?” “Y si…” El “y si” es muy jodido para la mente de un inconformista.  No puedo vivir con la duda de haber dejado algo por intentar. Tenía que volver aunque fuera tan sólo a cerciorarme de  mi equivocación…o no. No digas nunca que algo es imposible….di que todavía no lo has intentado. ¡Cuánto daño han hecho algunas filosofías de vida!
Nos despedimos en la oscuridad de un cine con “El Santo” como único testigo.  Es difícil seguir el hilo de una película con lágrimas en los ojos, lágrimas provocadas por dos extras que no protagonizan la película.  Te agarras  a alguien con la desesperación de saber que igual es la última vez que le abrazas. La última que  sientes ese cosquilleo que ha convertido tu vida en una noria desde hace un par de  meses. Vértigo es lo que realmente sientes en ese momento y un nudo en el estómago.
“Dentro de tres meses te esperaré en el parque del Lempira a las 4 de la tarde. Si estás allí sabré que todo sigue igual y al mismo tiempo comprenderé que tu vida  ha cambiado. Si estoy allí, tú podrás comprobar que no he dejado de pensar ni un solo minuto en ti.”
“Te amo y nunca dejaré de intentar  cualquier cosa para mantenerte a mi lado”. Me abrazó y sentí crujir huesos de mi cuerpo  que no sabía  ni que existieran.
Sólo a mí se me ocurrió volar de vuelta  el día de la fiesta nacional. Correr  de la mano  entre coches atascados en todas las carreteras para llegar a tiempo al aeropuerto fue algo inolvidable. Correr sin cruzar palabra pero sin soltar las manos sintiendo que ese es  el único nexo que aún me unía a ese país y a él…indescriptible.