Entre los episodios de Alzheimer que sufro, los despistes, las cosas que pierdo, las que no sé donde pongo, las que encuentro años más tarde, junto con   las cosas que dije pero no recuerdo haber pronunciado, estoy empezando a pensar en contratar desde ya  un seguro que me pague en el futuro una residencia donde controlen todos mis movimientos con un Gps. (con enfermeras personales  no darían abasto).
Al igual que muchas otras adolescentes y no tan adolescentes (el mundo no puede haber  cambiado tanto en estos últimos años) cuando eras  pequeña y no tenías casa propia, ¿Dónde te dabas una alegría? El escenario más habitual era el coche…Que nadie se escandalice que  hasta a Ana Obregón la pillaron no hace tantos años dándose un fiestón en el asiento trasero del vehículo del Molina (y eso sabiendo que tenía siempre  periodistas persiguiéndola en plan  voyeurs)  Todos los tamaños son válidos. Seiscientos (en este tienes que abrir las dos puertas para poder sacar las piernas porque si no, ni aunque seas campeón mundial de Tetris), Jaguar (mucho mejor que una cama de 1,80)...Llegas al praó elegido. Si cometes el error de hacerlo en el asiento de delante te clavarás el freno de mano, la manivela que regula el asiento, el cenicero…vamos, concentración para la diversión cero. En todo caso pensarás: “A ver si este tío acaba  de un puñetera vez o me quedaré sin rodillas”. ¡Quién coño me mandaría  a mí venir aquí a sufrir!  En cambio si eliges el asiento trasero...lo primero es asegurarte que has colocado el coche en posición de salida. Nunca sabes en qué momento vas a tener que salir por patas.  Siempre hay pastores perdidos que pueden llamar al cristal con su bastón para llamarte de todo…Eso sí, de la que te insultan siguen mirando. La doble moral ha hecho mucho daño a la humanidad.
Dispongo de casa desde hace casi 20 años y desde el momento que descubrí la tranquilidad de un hogar, la comodidad de un colchón, la intimidad sin miedo a las interrupciones ajenas, el calorcito de un lugar cerrado (nada que ver con esa calefacción del coche que nunca dejaba encendida porque estaba convencida que moriría asfixiada y mis padres me encontrarían en bolas cuando les llamara la policía), desde ese momento el coche dejó de ser un recinto para la diversión  y pasó a convertirse en únicamente un método para desplazamiento. Pero claro, a veces no depende sólo de uno. Tu pareja también tiene algo que decir (lamentablemente a veces) y decides juntar el desastre, el alzhéimer, esa capacidad innata para perderlo todo sin darte cuenta, la emoción de tu pareja que pierde el norte en cuestión de segundos. Resultado: Te remontas a 20 años atrás, te dejas llevar por la loquera de tu Tarzán particular y cuando te quieres dar cuenta has perdido tu ropa interior. ¿Dónde? Juro que no lo sé y  las he buscado por todas partes.  Pero si no salí del coche!!!!!!!!!!!!!!!!!
Sólo puedo pensar: “¡Menos mal que no perdí la cabeza cerca de casa de mi madre porque si no, ya sé yo quien iba a acabar tarde o temprano poniéndome las bragas de sombrero! Las madres tienen una capacidad innata para pillarte en cosas como estas…