“Voy a llevarte  donde vas a trabajar los próximos tres meses.”Esas fueron las palabras de mi amigo Ramón antes de coger dos autobuses destartalados, atravesar una autopista, cruzar un puente, recorrer un barrio de norte a sur, bajar unas escaleras interminables y caminar un kilómetro por la orilla del río esquivando cochinos.

“Fíjate bien porque mañana ya no podré acompañarte”. “Eso me tranquiliza mucho”. Pensé.  
“Te van a encantar los niños de la guardería.”. ¡Niños! ¡Guardería! Definitivamente era mi día de suerte.


Esa noche no dormí memorizando el trayecto, recordando las miradas lascivas de los hombres con los que me había cruzado, analizando la alentadora frase que me había dicho a la vuelta: “Camina siempre  cerca de alguna mujer, aunque no la conozcas.Y si después del primer día no quieres volver, no te preocupes. Ninguna profesora dura más de unos días.”

Me levanté muy pronto. Ya no había nadie en casa.  Antes de salir quería encomendarme a todos los santos así que igual que  los toreros antes de enfrentarse al toro, entré en una pequeña habitación donde él había explicado que rezaban todos los días.

“¡Dios! ¡Qué susto!”
“¡Ay!” Con la puerta acababa de llevarme por delante  el pie de un hombre arrodillado en el medio. Quise salir corriendo pero ya era tarde. “¿Quién eres?” Preguntó frotándose el pie.  “Y,… ¿tú? No sabía que aquí vivía más gente”. “No vivo aquí. Vengo a veces.” “Yo ya me iba”. “¿A dónde?” “A las Brisas” “Te llevo”.


2º día en Honduras, y allí estaba yo, sentada en  un camión de esos que transportan animales con un auténtico desconocido rumbo vete tú a saber dónde. Se me pasó por la cabeza la opción de lanzarme en plancha pero… ¿Para qué? ¿Dónde?

Iba imaginándome la escena más horrible de lo que me podía pasarme en un descampado (la imaginación es lo peor en estos casos),   cuando sentí que alguien me tocaba el brazo. “Ya está usted en Las Brisas” Bajé corriendo. Miré a todos lados. Con todas las veces que había repetido la ruta en mi cabeza y este hombre  me tuvo que parar justo en un sitio que no me sonaba de nada.

“Voy a preguntar a ese que viene por ahí…uy…casi que no”...