¡Cuánto le gusta a la gente alardear de su honradez y de ir por la vida rectos como velas! Si sumo mi pésimo sentido del equilibrio a lo divertidas que son las curvas, el resultado es: una delincuente en potencia.
Me he puesto a pensar sólo 5 minutos en cosas que nunca conté y juré me llevaría a la tumba y sin esforzarme me vienen  a la mente 3 o 4. Como los delitos prescriben a los 5 años ha llegado el momento de contaros alguna cosilla…creo que va a dar para más de una entrada.

Cuando mi hermana iba a hacer la confirmación,  mi madre le compró unos pantalones de lino azul celeste preciosos. Gracias a Dios no medía el 1.80 que mide ahora pero por desgracia tampoco el 1.60 que mido yo y mi madre, que siempre ha sido una mujer muy previsora,  los compró  un mes antes del evento. ¡A quien se le ocurre con lo que  cambia la vida de un día para otro!

Espicha de la sidra de agrícolas. ¿Quién iba a pensar que diluviaría después de un día tan soleado? Salí de casa con el pantalón en una bolsa y en el primer baño di el cambiazo. ¡Estaba tan  divina con ellos! Un poco largos pero casi no se notaba. Me dije: “Rosa, no bebas. Rosa, no bebas. Venga, Rosa, sólo 1. Venga Rosa, la última. De esa noche tengo vagos recuerdos y algunos para olvidar. (Me subí en una de esas plataformas para gogós en una macro discoteca. Yo, que tengo el mismo ritmo que Toni Acosta cuando vendía  los politonos para el móvil).

No sé cómo sobreviví al día siguiente sin ponerme una pastilla de esas para infartados debajo de la lengua. Lo primero que vi al levantarme fue el pantalón, ese que unas horas antes estaba impecablemente planchado por mi madre  en el armario. Ahora ya no era azul celeste. Todo el borde de abajo parecía haberlo mordido los ratones. Y como hasta 20 centímetros en dirección a la rodilla estaba negro.¿¿¿Por qué tuve que salir al praó a beber la sidra??? A pesar de la resaca, salí de la casa rauda y veloz a la tienda. Necesitaba comprar otros antes de que mi madre se diera cuenta. Pero, ¿Por qué tengo una madre tan pija que compra en sitios en los que no venden al por mayor? Para mi desgracia ya no los vendían. Así que no tuve más remedio que ir a hacer un ridículo espantoso a la tintorería más cercana. Saqué los pantalones de la bolsa y empecé a oír risas por todas partes.

“¿Qué quieres que hagamos con esto?”
“No sé hija,  ahí pone tintorería. Quiero que los deje usted como si fueran nuevos. Es más, tengo aquí la etiqueta para volver a ponérsela cuando lo haga, que no le he quitado al pantalón ni el hilito del que colgaba”.
“Pues debe de ser lo único que no le has quitado. Tienen todo el bajo roto.”
“¿Sabe usted coser? Si me lo cose, le compro lo que quiera.”

Cuando volví a la tienda los pantalones estaban como nuevos. Un milagro de la limpieza en seco y el cosido ni hecho por la costurera de la Cenicienta. Pero, claro, como siempre en estos casos  tenía que haber algún pero…

Un mes más tarde llegó el día de la confirmación. Cuando mi hermana se los puso parecía Cantinflas. (No os he dicho que la costurera se vio obligada a cortarlos un poco para arreglar el descosido).

Mi madre: “Dios mío. ¿¿Qué ha pasado??”
Yo: “Pues, ¿Qué va a pasar? Habrá crecido. No ves que esta niña crece a lo tonto. Eso sí, la culpa de todo  es tuya por comprar las cosas antes de tiempo. Al final me los tendré que quedar yo y mira que no te creas tú que son mi estilo.”