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No puedo ni remotamente quiero imaginarme que me habría hecho mi madre si con 4 años le hubiera dicho que quería hacerme dos pirsíns, uno en el ombligo y otro en la nariz. Probablemente la cabeza me habría dado dos vueltas de 360 grados. (Descabezada seguro que no me quedaban tan bonitos los pirsíns). Desde entonces han pasado 36 años pero la reacción del padre de la mongólica de mi hija pequeña no ha sido mucho más light que la de la cafre de mi madre.
“¡Qué qué! ¡Rosaaaaa! ¿Qué dice la chalada de tu hija? (¿Por qué las niñas siempre serán mías cuando hacen algo que no le gusta?) ¡Piercings! ¡Con la pistola de puntas de metal de la ebanistería te voy a hacer yo el piercing en la frente! Ya verás qué guapa quedas. ¡Descerebrada! Pero, ¿A quién ha salido esta niña?” Hay una serie de preguntas retóricas que si las pusieras en el traductor de google, la traducción sería: "La culpa es tuya".
No sé puede tener una hija de casi 9 años que quiere hacer la comunión en chándal y otra de 4 que ya ha decidido, con 5 años de antelación, que cuando ella la haga quiere llevar un vestido de novia con todos sus complementos.
“¿Que quieres ponerme el de mi hermana? Jajaja. Es una broma, ¿verdad? No pensarás que voy a llevar un vestido usado. ” Todo esto lo dice con la naturalidad que podáis encontrar en un meneo de pelo hacia un lado a lo Carmina Ordoñez mientras estira la otra mano y la apoya sobre el pecho con cara de asco.
Ya sin cabeza porque mi madre me la habría arrancado de cuajo por cualquiera de las geniales ideas anteriores, paso de pensar en lo que me habría dicho si al verla despedirse de mi padre para ir al trabajo, se me hubiera ocurrido decirle a mi primo de 6:
“Mira, mira, ahora se van a dar un beso de novios. Les vas a ver hasta la lengua”
Ella mal, pero anda que la respuesta de su primo...
“Tu madre no puede darse un beso de novios con tu padre porque el novio de tu madre es Gustavo.” (Ya verás tú como al final la pistola de puntas de metal sale a pasear esta semana…)
“Mentiroso. Mi padre sí es su novio y además se van a casar aunque no quieran.”
“Estás loca. Tu madre ya se casó con Gustavo y son novios. No puede casarse otra vez”
“Déjame en paz. No sabes nada de nada.” (meneo de pelo para el otro lado y vuelta de ojos hacia arriba con cara de desesperación)
Todavía no me he recuperado de la conversación entre estos dos micos, y voy con la otra (la del chándal) , que lleva ya casi 10 días en la playa.
“¿Nos echas de menos? ¿Tienes ganas de volver?” (No sé para qué se lo pregunto si ya sé la respuesta y la desidia con la que me va a contestar).
“Sí, mamá. La verdad es que ya me aburro bastante. Tengo muchas ganas de veros a todos. Te paso con papá.”
Oigo esas palabras y sufro un momento de euforia indescriptible pero por desgracia me dura tan sólo unos segundos.
“Oye, dice la niña que quiere volver, que se aburre contigo y nos echa de menos.” (Esa soy yo chinchando a su padre donde más le duele que para eso sufro yo de esa misma enfermedad todo el año)
“Adrianaaaaaa!!!!!Así que ya tienes ganas de irte, eh??? Y te aburres conmigo, ehhh?????”
Desde la distancia pero con la suficiente claridad como para que yo pueda escucharla a través del teléfono.
“¡¡¡¡Pero, papá, no me has dicho que le diga eso cuando llame!!!!!”