No creo que todavía quede  algún iluso  que piense que en un mes a mí no me da  tiempo a hacer el ridículo en innumerables  ocasiones y tratándose de mi,  agosto puede ser un mes tan fructífero como cualquier otro.
Yo,   es oír las palabras “Fiestas de pueblo, la era o el praó” y calzarme las plataformas de 12 centímetros. Dicen  que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y luego está Rosa que puede tropezar 3 y 4 y 5…
Si en las fiestas de La Red de Valdetuejar  partí las sandalias por la mitad jugando a la búsqueda del tesoro http://porsihastenidounmaldia.blogspot.com/2010_07_26_archive.html
En las de Robles de la Valcueva  no podía pasar desapercibida. Mi prima me dijo: “Con esas sandalias no vayas caminando hasta la Ermita. Lleva el coche y lo dejas en el praó que hay allí.” El problema no fue llegar. El número fue al salir.
“¿Por donde salimos, Rosa?” (Este es mi novio que el pobre siempre tiene que sufrir y padecer mi retraso)
“¿Por dónde vamos a salir, Dani? Pues por donde entramos.” (Alguna vez alguien debería darme una patada en la espinilla antes de abrir la boca)
“Lo que tú digas pero por donde entramos cariño sólo cabe un coche en una única dirección.”
“Sí, claro, seguro, pero ¡Qué listo eres!”

Salimos del praó. El camino de tierra hasta la carretera principal tendría unos 800 metros. Cuando llevábamos 400 vimos venir un coche de frente. Noté que la gente que iba caminando por la orilla nos miraba con esa cara de: Ya están los tontos de turno en dirección contraria.
“Así que se salía por donde se entraba, ¿Verdad Rosa?”
“Uy, Pues va a ser que no. ¿Puedes dar marcha atrás?”
“Marcha atrás, marcha atrás. Djfkjdfjfñjfdlsf adfajdf adfasdfa.”

400 metros marcha atrás sin despeinarse por todo aquel pedregal. Pensar que yo cada vez que doy marcha atrás con el coche para aparcarlo ya no soy capaz de dejarlo recto. (Verle hacer ese tipo de cosas me pone como una moto pero claro con la que estábamos preparando no era plan de ponernos allí dale que te pego mientras la cola de los coches que venían de frente ya no tenía fin. Claro que ahora que lo pienso habría sido un puntazo. Para la próxima…)

“Rosa, baja que me acuerdo perfectamente que antes de entrar en el praó había una zanja a los lados y no quiero que el coche caiga dentro.”
“Jolina, ¿Cómo se va a caer en la zanja? Vale, espera.”

Bajé del coche (para entonces ya teníamos público) y subida en mis tacones me coloqué al lado de la zanja para indicarle.

“Tira, tira, que pasas de sobra.”

Me maravilla lo inocente que es mi novio a veces que todavía se fía de mí en estos casos.

“¡La zanja! ¡La zanja!”
“Pero, ¿Por qué cojones grita la gente? Uy cariño…pero si también había  una zanja por el otro lado.

PLONG.

“Me cagüen tó lo que se menea, la Virgen María, todos los santos fajñdsfkjadafdfadf
dadfadfadfasdf.”

 Ya había más gente viendo nuestro espectáculo que el de la paella, los juegos para niños o los pendones. Media hora más tarde llegamos a casa de mi prima.

“¡Qué tarde venís! Bueno, no me extraña. Pasaban ahora por ahí unos diciendo que llegaba la cola de coches para entrar en el praó hasta la carretera principal.”

Mi novio me miró y no hizo falta que me dijera nada. No entiendo por qué me tienen que pasar estas cosas a mí y encima siempre con el coche de mi exmarido. A lo mejor el gafe es él y no tiene nada que ver conmigo.