Nos pasamos media vida deseando lo que no tenemos y la otra mitad en búsqueda de  novedades  cuando ya hemos conseguido las  cosas que en un primer momento nos parecían inalcanzables. ¿Inconformistas, inseguros o caprichosos? Yo tengo de todo un poco.
Tengo congelado en la nevera todo aquello y a todos aquellos que por algún motivo no quiero que me molesten. No con la intención de que les pase algo malo pero sí con la esperanza de que ellos no consigan  que me suceda a mí. Hace días, por curiosidad, descongelé todos los cubitos que había y comprobé que en cuestión de dos años mis “miedos” y mis “deseos”  habían cambiado sustancialmente. Los volví a llenar otra vez pero sin coincidir en nada con lo que había escrito en su momento. Va a ser que soy un poco veleta y  en cada momento de la vida ansiamos cosas muy diferentes. Me río pensando en la de veces que habré  llorado lamentándome  por algo que no conseguí  o por algo que perdí (en realidad, yo sólo lloro viendo la tele pero me entendéis lo que quiero decir porque seguro que más de uno habrá llorado a lo tonto a lo largo de su vida). Si supiéramos esperar un poco y no nos dejáramos ahogar  rápidamente en un mar de lágrimas comprobaríamos que con el tiempo esa lamentable pérdida  no lo era tanto y al final siempre hay un salvavidas del que echar mano en cada caso.
Me causan admiración las personas que desde pequeñas  ya saben lo que quieren y nunca cambian de opinión. Yo desde renacuajo  ya quería ser independiente, vivir fuera de casa y no fregar nunca ni un plato más (grandes aspiraciones como veis). Cuando fui adolescente seguía queriendo vivir fuera de casa. “Yo de mayor quiero casarme y tener hijos” (Pensándolo fríamente casi que prefiero  las aspiraciones que tuve durante la infancia). Los vestidos de novia han hecho mucho daño a las mujeres a través de la historia universal. Llegó el momento de pasar por el altar y entonces ya  no quería casarme. Se me antojó conocer mundo. Era el momento de “conocerse a uno mismo”. Me desternillo  cada vez que le oigo esa frase a algún friki de los que van a los realities. Yo no me imagino con casi 60 año como Rosa Benito  diciendo: “Aunque soy consciente que todo se magnifica (esa es otra perla), estoy muy agradecida con esta experiencia porque me ha brindado la oportunidad de encontrarme  a mí misma.” (Uno ya no sabe si ha estado de supervivencia o de ejercicios espirituales).
Cuando ya te has encontrado  y has  experimentado lo que querías y algo más, vuelves. Y resulta que ahora quieres lo que dejaste. Pero ya es tarde. Y lloras por la pérdida. No tiene sentido pero…joder…¡¡¡Si era mío!!! La verdadera pena es esa, que ya es de otra y eso jode…no sabéis cuánto… De nuevo queremos lo que ya no tenemos.
Para entonces el matrimonio ya no significaba nada para mí. Pero la idea de “quedarme sola” sí. “Y si nunca encuentro a nadie. Y si no comparto mi vida con nadie. Y si…Y si…” Y…nada porque al final esa circunstancia no se ha dado. Y claro, como no podía ser de otra manera  a veces anhelas la soledad.
 Si ahora no tuviera hijas estoy segura que diría: “Y si hubiera tenido descendencia…” pero como las tengo ahí todo el día: “Me aburro, tengo hambre, tengo sed, tengo sueño, me canso, ¿Qué hacemos? ¿A qué jugamos? ¿Dónde vamos?” pues digo: “Y si estuviera sola y tuviera todas las tardes del mundo para mí…ummmm”
Soñé con vivir en Nueva York o en cualquier capital del mundo rodeada de miles de personas y hoy por hoy  desearía vivir en un monte perdido donde no se escuchara  más ruido que el de los árboles. Quise ser alguien importante y ahora, si viviera en ese rincón perdido, montaría “Tasca la Rosi” donde la gente se serviera ella misma. Si tengo que estar sentada en un mesa escribiendo mientras bebo cervezas no puedo estar en todo…digo yo.
Ahora que lo pienso…ya de pequeña me encantaba beber cerveza…Ya sabía yo que si ahondaba un poco, en algo tenía que ser constante…