Si el panoli de  Fran Álvarez tuvo los güevos de ponerle los cuernos a la Esteban sabiendo que le persiguen las cámaras a todas partes, ¿Cuántos platos no romperán  los  que tenemos en casa desde la tranquilidad de su anonimato?
Si a día de hoy,  uno de cada 25 hombres está criando al hijo de otro hombre sin saberlo. ¿Qué pasará cuando las pruebas de ADN sean obligatorias y ese % suba como la espuma? Irremediablemente se multiplicarán las familias monoparentales.
No…si al final, terminaré perdiendo  la fe en el género humano.
La Esteban sinceramente me es indiferente. Sus cuernos, si pienso en la  pasta que se va a embolsar, seguro que no duelen tanto como el que se queda de repente sin familia y sin casa por el mismo motivo. Ya la estoy viendo el viernes con el dibujo de los dólares en los ojos cada vez que los cierre…o sea 20 veces por minuto.  Estoy escuchando  el ruido de la caja registradora con cada “¿Me entiendes?”,  y con cada lágrima sonará la especial de la tragaperras.  Finalmente entrará el tolí del marido  por teléfono, o la enviará un ramo de flores y aquello  parecerá el Mirage de las Vegas. Me fascina la gente que consigue hacer un negocio de todo. Desde mi inutilidad para sacar provecho de nada he de reconocer que despiertan mi insana envidia. La Esteban tardará en perdonar el desliz el tiempo que tarde en hacer caja con la pena tan grande que tiene. La novia de Antonio Puerta tardará dos telediarios en contarnos lo triste que está por su muerte. Su padre también llorará contándonos la tristeza de su hija. Su tías, primas….Y al final terminaré llorando hasta yo que no tengo nada que contar que me genere dinero fácil. Ya no tengo muy claro si llevar a mis hijas al colegio  o enseñarlas desde pequeñas con quien tienen que acostarse para hacer caja fácil.¡Qué dilema más grande!