Para los que no sabéis lo que es una pista americana, os explicaré que es una práctica un tanto rústica que inventaron los americanos para el entrenamiento de sus soldados. Consiste en arrastrase por la tierra debajo de una alambrada,  llenándose de barro hasta las cejas al tiempo que parecen estar buscando petróleo a ras del suelo. 
Mi ex marido, como militar convencido que es, de los que ya de pequeño recorría el  pasillo de su casa arriba y abajo cuando se enfadaba, metralleta al hombro, es un aficionado a este tipo de prácticas para súper machotes. En su caso,  a falta de alambradas y de prados, el tío lo practica en su propia casa, esa en la que no encontrarías una mota de polvo ni buscando dentro de los cajones de las persianas.
Yo (entrando en su casa): “Tengo hambre. ¿Tienes algo rico de comer?”
Él: “No, que seguro que lo tiras todo por el suelo, que no sabes comer y he estado fregando toda la mañana.”
Yo (cogiendo una tostada de pan integral)

Él (Tumbado en el sofá con todos los nervios del cuerpo a flor de piel) “Cuidado con lo que haces que he fregado el  suelo esta mañana y no hay ni un pelo.”
Yo  (Muerdo el pan y como me temía,  un trocito sale disparado a metro y medio de donde me encuentro. Lo veo salir volando y desgraciadamente, él…también.)
                Se respira la misma tensión que en  los reportajes de Félix  Rodríguez de la Fuente cuando algún depredador acechaba a su presa. Intento moverme sin que lo note pero se me adelanta. Salta del sofá como esos muñecos que salen de una caja impulsados por un resorte de alambre.
Él: “Lo sabía”
Yo: “¿Él qué? No sé a qué te refieres.”
Él: “¡Que no sabes comer, que necesitas una bandeja de 2 por 2 hasta para comerte una miga de pan!”
Yo: “Pero…si no he hecho nada.”
Él: “Ha salido volando un trozo de pan, que lo he visto.  Tiene que estar en algún sitio. (En cero coma segundos se lanza al suelo, cual zapador paracaidista. Para no mancharse con la miga de pan que yo ya he divisado, se apoya sobre las manos y los dedines de los pies como si estuviera haciendo una flexión y, en esa posición tan cómoda, empieza a moverse agachando la cabeza unos centímetros para mirar debajo  del sofá y del radiador).
Yo: “Mira que eres exagerado (Lo digo mientras comienzo a caminar hacia la miga, me sitúo delante para que no la vea, me agacho sutilmente  y la meto en la boca rápidamente.) “Te digo yo que no hay nada. Lo sabré yo…”
Él (levantándose): “Aparecerá cuando menos me lo espere”.

Lo mejor de todo…después de esta particular sesión de pista americana a la Míster Propper, se sacude la ropa como si llevara toda la tarde en la ebanistería con mi novio.