Siempre que me enfado, ¿Tengo que gritar? Si algo no me gusta, ¿Tengo que gimotear y quejarme? ¿La palabra contención  no significa nada? ¿Ya nadie cuenta hasta 10 antes de saltar a la yugular de los demás?
Pregunto a mi hermana (histérica por naturaleza) si por fin ha conseguido algo que quería y me responde: “No me jodas, Rosa”. Mi hija se enfada con su padre y me grita a mí que la deje en paz. ¿Tendré aspecto de saco de boxeo? No importa,  mi capacidad para atraer malos humos es directamente proporcional a la de atraer a la gente cuando necesita algo, así que a esperar tocan... A lo mejor algún día yo también empiezo a responder lo primero que se me venga a la cabeza. Con decir después: “Lo siento, ya sabes cómo soy, todo arreglado”.
Me rodeo de gente en el trabajo  que se calienta de 0 a 100 en 3 segundos. Les va la vida en todo lo que hacen y lo peor, en lo que hacen los demás. ¿Cómo se lo tomarían todo si de nuestro trabajo dependieran las vidas de otras personas? No soy mejor que ellos. Diferente. Igual peor  porque juego con ventaja. Me resbala todo lo que allí pasa y aunque algún día me queme, tengo la frialdad necesaria para no enviar correos con comentarios inapropiados, para que no me de la pataleta y llegue a decir cosas como: “Es que fulanita dijo, es que menganita salió, es que…, es que…” Según el día que tenga, puede resultar divertido a veces y cansino otras. Luego llego a casa y escucho: “La tata me pegó” “No fui yo, fue ella” “¡Mentirosa!” Y entonces tengo la sensación de no haber salido nunca del trabajo.
Es mucho mejor no gritar ni levantar la voz. El que pierde las formas pierde la razón. Sólo es cuestión de contenerse o de indiferencia. Mi novio está jodido. Cuanto más callo yo, más grita él. Cuanto más grita él, más razón tengo yo. And the winner is: Rosa again.
Lo malo no es la gente que se exalta con facilidad, si no los Manoletes que nunca han escuchado  eso de: “si no sabes torear pa qué te metes”. Está muy bien lo de ponerse gallito  pero si lo haces, aguanta el tirón  hasta el final. No hay nada peor que ir de chulo por la vida y que en cuanto te digan: “Uhhh” te pongas a llorar. Un poquito de dignidad ante todo…