Llegó al parking del supermercado a la hora acordada. Nerviosa y con frío. Las medias de cristal  hasta la mitad del muslo con lacitos de satén debajo del abrigo de piel  no ayudaban mucho a entrar en calor en esa temporada del año.
Miró a todos lados. Sólo había un par de coches. Estaba a punto de irse sobre sus sandalias italianas de tacón de aguja de 12 centímetros cuando se encendieron las luces de un Audi A5 Cabrio plateado y sonó el claxon una única vez. 
“Ay Dios, si me viera mi madre. 15 años con mi Macario para terminar acostándome con un desconocido en el parking de un supermercado. Y en un coche…bueno, nunca antes lo había hecho en un coche y el modelo no está nada mal. Menudo cochazo. Por lo menos tendré algo que contar a mis nietas…y a mis hijas…si llego a tenerlas.  Si les hablara de su abuelo se dormirían del aburrimiento… ¿Quién me mandaría a mí ponerme sandalias en noviembre? No tengo ningún tipo de  vergüenza.”
El desconocido le abrió la puerta desde su asiento y la recibió con una sonrisa maliciosa.
“Sube. Estás preciosa.”
Sin articular palabra se sentó en el asiento del copiloto y se puso el cinturón.
“¿Crees necesario ponérselo?”
“Jajaja. No, creo que no.”
 “Me encanta como te ríes. Deberías hacerlo más a menudo.”
“Que cosas me dices…”
El desconocido la interrumpió. Posó sus labios sobre los de ella por sorpresa y aunque lo hizo con suavidad, ella sorprendiéndose a si misma, le besó con pasión. Ni siquiera sabía  que se pudiera besar así. Amor no era, deseo tampoco. Era necesidad. Necesitaba acostarse con un hombre de la misma manera que se acuestan los hombres y las mujeres  en las novelas de Julia Quinn que leía constantemente.
“Mmmmm… ¿Cómo te llamas?”
El seguía besándola, descendiendo  por su cuello, mientras bajaba el respaldo del asiento por completo.
 “¿Qué querías saber?” Preguntó mientras deslizaba sus manos por debajo del abrigo. “Ummm. Me hiciste caso, me gustan las mujeres que llevan liguero. Eres muy sexy.  Tienes unas piernas preciosas.”
“No podemos hacer esto aquí.”
“Me parece que ya es demasiado tarde.”
En cuestión de segundos se encontró con él encima, dejándola casi sin aire. Necesitaba empezar a moverse pero era muy difícil hacerlo sin clavarse el freno de mano así que apretó sus caderas contra él e intentó rodearle al menos con una pierna. Deslizó la mano hacia delante para tocar su anatomía. Por  ahora no sabía si tendría tantos caballos como su coche.
“No, ahora no. Espera.”
“¿Y tú si puedes tocarme donde quieras?”
“¿Para que te resistes? Ya estás lista para todo lo que venga.”
No pudo responder. Lo único que quería era abrir aún más las piernas y que él hiciera lo que quisiera. Estaba harta de los movimientos sin sentido de su Macario.
El movimiento de las caderas de su amante no tardó  en hacerse notar.
“¿Pero los hombres pueden moverse así? Si lo llego a saber antes…”
Durante  el rato más agradable de su vida disfrutó de sexo de verdad, sexo con un hombre que sólo se movía pensando en lo que ella sentía con cada movimiento, sexo con un hombre capaz de aguantar hasta que ella ya no pudo más.

……………………

“¿De dónde vienes a estas horas?”
“Del supermercado”.
“¿Y vas a comprar con esa pinta de pilingui?”
“Sí, hoy había  ofertas especiales para putas. Me he llevado el premio gordo. Creo que va a haber la misma oferta todos los miércoles.”
“Tráeme una cerveza”
“¡Qué pena! De eso no había ofertas.”