Si le preguntas a cualquier mujer,  te dirá que hay pocas cosas más molestas en esta vida que llevar un Tampax mal puesto. Es como acostarse con un hombre que lleva 3 copas de más y llega un momento en el que de la desesperación le tocarías en el hombro para preguntarle: “¿Te compro la guía Michelín para que te ubiques o piensas hacerme un agujero nuevo?”
No sé si más molesto,  pero desde luego que mucho más embarazoso es ir al médico porque llevas 15 días notando algo raro por ahí abajo, pierdes más de la cuenta y empiezas a apreciar un olor no muy agradable. Vas al ginecólogo, le explicas tu problema y te coloca encima de ese aparato tan poco sexy en el que te espatarras (seguro que ese artilugio lo inventó un hombre que no había por donde cogerlo  pensando en todas las mujeres que se le abrirían de piernas porque si no estaría a dos velas toda la vida).
Pasan unos segundos en los que  él está ahí abajo mirando no sé qué y de repente escuchas: “Puri, pásame las pinzas”.
En ese momento cruzas los dedos con todas las fuerzas y piensas: “Que me diga que tengo cáncer, por favor, que me diga que tengo cáncer pero que no sea lo que estoy pensando.”
“Aquí tienes la causa de todos tus males. Pero… ¿no habías notado nada raro? Esto lo dice mientras levanta en alto un Tampax colgando de las pinzas.
Sólo deseas salir de allí corriendo, que todas las puertas estuvieran abiertas y en línea recta hasta la salida del hospital. Te has puesto hasta fucsia y encima quiere que le des explicaciones.
¿Qué le explico? ¿Que soy de memoria débil, o que mi novio es gilipollas? Una cosa es que un hombre no se de cuenta de que llevas un aro vaginal pero… ¡un Tampax!  Y no será porque hemos estado mirando para el sol.
Si tardo una semana más,  hubiera tenido que ir al otorrino para que me revisara la garganta…
*NOTA: Teniendo en cuenta que soy un desastre, esto podría haberme pasado a mí pero no es el caso.  Me alegra saber que hay muchas más como yo y que me lo cuentan para que yo lo cuente a mi manera.