El domingo son las fiestas del pueblo de mi padre. La Red de Valdetuejar. Comeremos “paella” (el día que mi madre haga paella y no arroz del que se pega en los dientes lo escribiré sin usar las comillas). Tomaremos el vermouth y los niños buscarán el tesoro que previamente habré escondido yo en algún lugar recóndito. El año pasado, alguien me sacó un parecido con los payasos del circo a los que “detesto” profundamente y me adjudicó el título de “Organizadora oficial de juegos de niños”. A mí precisamente, que ya la primera vez me confundí con las pistas y el tesoro a punto estuvo de quedar enterrado para siempre. ¡Qué cosa más inútil!
Para muchos, la misa es el acontecimiento más importante de las fiestas. Me atrevería a decir que algunos van únicamente para contar el número de asistentes y a la salida comentar: “Este año había 30” “No, había 40” “¡Cada año viene más gente!” Sin duda alguna lo peor de la misa, las cánticos. Si en Sister Act la iglesia se iba llenando de día en día, aquí todavía no me explico cómo no bajan todos los santos y se van de fiesta la víspera. A mi padre se le escucha desde todos los pueblos vecinos. Eso sin contar con que es el único católico, apostólico y romano que asiste a misa todos los domingos y sigue rezando el padrenuestro antiguo…a voces…por si alguien no se había enterado que no sabe el nuevo. Y cuando acaba la misa, habla el alcalde (¡Qué camisa hawaiana habrá elegido este año!) y hace un resumen de las cuentas del pueblo (Tiene que aprovechar que es el único sitio donde la gente no le va a ignorar vilmente). Todo acaba con un fuerte aplauso, besos, abrazos, saludos a gente que no conoces ni te importa lo más mínimo. “¿Eres la hija de Manolo?” “Si” “No te conocía” (Eso sucede cuando no me da tiempo a salir de allí por patas y evitar toda la parafernalia). Como no hay bares donde ir a tomar algo, todos los días se toma el café de las 3 en una casa distinta a la que acude el resto del pueblo en manada. A veces me recuerda el café con mis compañeras de trabajo hace años. Dios librara a la que no pudiera bajar un día porque ya sabía que iba a ser descuartizada por el resto.
El pueblo no tiene desperdicio pero me imagino que como muchos pueblos de España donde la carretera se acaba, donde el agua es gratis pero cada habitante cuenta los litros que los otros gastan en regar sus huertos, donde se comparan los tomates y las patatas para ver si son más grandes que los tuyos y criticar a los dueños por usar más agua, donde las cabras circulan por medio de las calles con la misma libertad que las personas; pueblos en los que cuando se escucha un coche en la lejanía la gente se asoma a la puerta para averiguar quien viene. En definitiva, pueblos de la España profunda y auténtica.
Aun no sé, si eso me provoca ternura o claustrofobia... mi pueblo, es más grande.
Pero una vez, una sola, eh! tiene que estar bien, lo de la misa pelín de sarpullido, pero si hay que ir se va, sólo por no dar la nota y eso.
Lo que me asusta terriblemente es el vecindario en pleno "vigilando" si los pañitos de ganchillo de mi sofá (en caso de tenerlos, ojo!) están tan blancos como los de Maruja...o si las pastas son del DIA o hachas a mano. Aunque bien es cierto que a veces para ser descuartizada "moralmente" digo, no es necesario ir tan lejos... con quedarte en ciertos círculos logras la misma emoción, el mismo despelleje y las mismas sensaciones... sin necesidad de cruzarte con alguna cabra... con otros "animalitos del señor" quizá, pero ser, no es lo mismo...