Circula entre algunos miembros de mi familia una teoría,  un tanto peculiar,  sobre el origen de la felicidad. “Si no tienes aspiraciones en la vida y vives rayando eternamente el filo de la mediocridad,  no puedes tener muchas frustraciones. Si te conformas con poco, puedes ser muy feliz porque “poco” es muy fácil de conseguir.”
Yo soy más partidaria de la teoría 90/10. En la vida lo que nos pasa sólo cuenta un 10%. El otro 90% depende de nuestra actitud ante lo que nos sucede. Sin embargo, tiendo a rodearme de gente dramática, no de la que hace una drama de todo en la vida, que también, si no de la que debería cruzarse en el camino de Almodovar para rodar la segunda parte de Mujeres al borde un ataque de nervios. A todas estas,  mis hijas, mi madre, mi hermana las quiero…es un sentimiento que viene de serie pero mi novio dice que si me las presentaran ahora mismo como personas  totalmente ajenas a mí, a los 10 minutos sentiría un impulso irrefrenable de abofetearlas gritando al mismo tiempo: “Cálmate, mujer”.
Mi hija...
En lugar de empezar todas las frases con un: “Vale, ya voy”, mi hija Adriana prefiere usar un: “Jopela”, acompañado de un tono de voz que  me taladra el cerebro. Cuando llora, emite un ruido similar al de la sirena de los bomberos, mezclado con el nino nino de las ambulancias, ruido que va in crescendo mientras las lágrimas le llueven a mares por sus mejillas. ¿Por qué? Pues por cosas como éstas…
Yo: “Adriana, en esta línea te has comido una palabra”
Ella: “Ahhhhhhhh, jópela, nino nino nino…ahora tengo que borrar toda la redacción y volver a escribirla con todo el esfuerzo que me ha costado…ahhhhhhh, nino nino nino.” (las letras empiezan a borrarse con las lágrimas)
Yo: “Hija, por Dios, cállate ya. Borra la palabra de antes y de después. Las escribes más pequeñas y metes la otra en el medio.”
Ella: “Ah”. El nino nino cesa de repente y la sirena se queda sin pilas. Ella, tranquila. Yo, de los nervios pensando ya en el reconocimiento médico de la próxima  semana en el que me volverán a decir que estoy sorda.
Mi hermana, artista y cantante en potencia, con las locuras de los artistas y la histería de los músicos. Vamos…un show. Recuerdo ahora una profesora de música de EGB. Nos tenía toda la hora (dividida la clase en dos grupos) cantando: “Nosotros” y el otro grupo respondía: “Vosotros”. Si alguien tenía los huevos de desentonar, le tiraba el pupitre al suelo. Si aquella señora que no cantaba ni debajo de la ducha era así, imaginaros a mi hermana, la fan número 1 de Maria Callas. Yo,  sorda como una tapia y la tía con un oído tan fino capaz de distinguir entre todos los componentes de una orquesta, quien está tocando una octava más alto. Ese súper personaje ayer me dijo una frase que estoy por patentar para alguna campaña de publicidad.
Ella: “Rosa, estoy hablando con…., que es el…… Me está entrando una ansiedad que me muero. Ay, madre. Uff, uff lo que me está diciendo. Me estoy poniendo mala.” Y ahora viene la súper frase: “Te dejo  y te llamó después. No, mejor, te dejo, termino de hablar, vomito dos veces y te vuelvo a llamar."
Y ya por último tendría que hablar de mi madre pero eso ya requiere muchos capítulos. Mejor aún, os remito al blog “Como no ser una drama mamá”. Risas aseguradas de principio a fin.