En mi familia no creáis que yo soy la única a la que le encanta hacer el ridículo. Hay otros que también tienen su punto.

Hace ya  años una noche mi padre llegó a casa del trabajo a las 11 como de costumbre. Mi madre y yo estábamos viendo la tele. Él entró, saludó,  nos miró y nos dijo: “No os vayáis a la cama, ni tú ni tú. Tengo que hablar con vosotras”.   Nos miramos sorprendidas y pensamos: “¿Qué le pasará a éste?” Es muy raro ver a mi padre montando números.

Unos minutos más tarde salió de la cocina y de camino a la cama me entregó una servilleta de esas casi transparentes  de los bares y se fue a dormir. Abrí la servilleta y leí en voz alta: “Muchas gracias por felicitarme en el día de mi cumpleaños.”

Pero, “¿Hoy no es 26 de abril?” Le pregunté a mi madre. “Pues sí, ¡Pero si el cumpleaños de tu padre es el 26 de mayo! ¡Gilipollas!”.

Cuando oyó el insultó y mis carcajadas volvió al salón. No sé cómo tuvo la cara pero volvió. Yo creo que era más la curiosidad de saber por fin por qué nadie le había llamado en todo el día. Pobre calimero…

Os imaginareis la fiesta  un mes más tarde. Globos, pitos y una pancarta donde se leía claramente: ¡Felicidades, hoy es tu cumpleaños!