¡Cuántas cosas han pasado en el último mes! Y ninguna buena. Las circunstancias y la vida  me han puesto muy difícil continuar con la línea del blog. He comprobado en primera persona que hay situaciones de las que es difícil llegar a reírse pero…lo intentaré.


En este lapsus de tiempo mi padre pasó raudo y veloz por la UCI. Es un sitio al que deseo  no tengas que pisar nunca ni como inquilino ni como visitante. Después de sufrir un ictus en el cerebelo y cruzando los dedos para que no le repitiera, un día más tarde mi padre sintió que veía la luz al final del túnel. Una reacción alérgica le dejó inconsciente.

Por una de esas casualidades, (afortunadas en este caso) mi madre se había separado de de mi padre un par de horas. Sobre todo por suerte para mi padre que en ese momento disponía del carro de parada para él sólito. De haber estado los dos, la disyuntiva de los médicos habría sido durísima.

Después de explicarle brevemente por teléfono que le había bajado “un poco” la tensión y que le habían llevado  para observarle “un ratín”  a la UCI, mi madre sufrió algo parecido a una reacción alérgica como la de mi padre y empezó a repetir sin cesar: “Se va a morir, se va a morir” hasta que yo,  ya de los nervios, amenacé con echarle a patadas del coche.


Hay personas a las que da igual lo que les expliques porque  siempre entenderán otra totalmente distinta. El neurólogo dijo: “Ictus en el cerebelo” y ella oyó con claridad: “Derrame cerebral”. Él dijo: “Haremos todo lo posible para que no se repita” y ella escuchó: “Mañana fijo,  pero fijo que le da otro más fuerte todavía.” Finalmente él afirmó: “Ahora le vamos a tratar y después le tocará hacer rehabilitación para recuperar el equilibrio” y ella creyó entender: “Le pasará como a mi padre y se morirá a los 26 días de estar ingresado.”
Estoy en una fase en la que no soporto a la gente en general y a algunos en particular… pero a todos esos que por haber hecho un cursillo de CCC de enfermería creen saber más que los médicos…a esos,  los abofetearía.


            Y llegó la hora de visita a la UCI. Mi madre sufriendo otro ataque de nervios (para entonces yo ya había perdido la cuenta), entró a ver al paciente equivocado. Un hombre con la cabeza vendada. “¡¡¡¡¡¡¡¡¡Qué le ha pasado a tu padre!!!!!!!!!!!¡¡¡¡¡¡¡Pobrecito!!!!!!!!!!!!”. Una enfermera se acercó y muy amablemente le susurró: “Señora, su marido es aquel de allí.” El médico vino en seguida y mi madre nada más ver el color verde de su bata de nuevo retornó a su realidad paralela. El dijo: “Le acabamos de quitar la sedación. Podemos asegurarle que no ha sufrido otro ictus porque mueve todas las extremidades.” Ella aseguró: “No mueve las piernas. ¿Verdad? ¡¡A qué no mueve las piernas!!” El médico muy educado se disponía a repetírselo de nuevo pero ella ni corta ni perezosa, poseída de nuevo por el espíritu CCC, ya se había ido hasta la otra punta de la cama: “¡¡Manolo, Manolo!! Mueve las piernas.”  Mi padre ni se inmutó. Siguiente fase: Cosquillas en los pies. “¡¡Rosa, sí las siente!! Ha abierto los ojos”. “Ya mamá y no te manda a tomar por el culo porque está intubado.”

            A pesar de su histeria y de sus ataques de locura transitoria, tengo que reconocer que siento cierta  envidia por lo que ella siente después de 40 años casados.  Ya nos gustaría a muchos…
Y lo mejor: Mi padre no está recuperado del todo…pero lo estará.