Después de 5 o 6 meses (ya perdí la cuenta)  por fin volvemos a tener mando a distancia de la tele. Muchos se preguntarán: ¿Cómo podías vivir sin él? Pues te adaptas. Bueno…puntualizo, mi novio sube y baja el volumen y  también cambia de canal  según sea necesario y yo me adapto desde mi nuevo chaise longue. …Sin mando a distancia  es cuando  te das cuenta realmente de que debería haber una ley que regulara que la publicidad y el resto de la  programación se emitieran al mismo volumen. Para alguien como  yo, que  sólo puedo escuchar  la tele al 8 y sólo al 8, esa diferencia resulta crucial. Al 7  no oigo nada (mi novio me grita: “¿Te traigo unos “cuitis”? que deben de ser la versión venezolana de los bastoncillos de toda la vida y otras veces desde la otra punta de la casa le oigo susurrar: “Mierda pa los sordos” esperando que le conteste con algún insulto. Pues va listo…) Y si pongo la tv…bueno, mi novio la pone  al 9 estoy convencida de que acabaré sorda de los agudos que me lo han dicho en el reconocimiento médico de empresa.

Yo podría quedarme tirada en el sofá  como una vaca aunque en la pantalla sólo salieran  puntitos y rayitas pero él es capaz de sentarse aguantando el equilibrio en un lateral del mueble, ver la tele de perfil y apretar sin parar el botón de subir y bajar tantas veces como sea necesario con tal de ver la final del Roland Garros y los penalties de la selección en el mundial al mismo tiempo. Y yo al final ya no distingo  a Nadal de Iniesta. Y mira que es difícil confundir a este desnutrido con el de Man´s Health.

En breves se cumplirán también dos años desde que decidí retirar la plancha a alguna esquina olvidada del trastero. Habrá quien se pregunte: ¿Cómo podéis vivir sin planchar la ropa? Pues no sólo te adaptas. Además te das cuenta de todo el tiempo que perdiste haciéndolo hasta entonces. Pensar que mi madre me planchaba  las bragas doblándolas en tres partes...  Por suerte o por desgracia a la generación de nuestras madres y abuelas nadie les explicó que los vibradores ya se vendían  en la sección de electrodomésticos de los supermercados  mucho antes que la plancha y la aspiradora.  De haberlo sabido seguro que muchas de ellas no se hubieran molestado tanto en plancharlas. ¿Para qué…?

Siguiendo esta misma línea de abandono de las últimas tecnologías, mi novio y yo ahora sólo tenemos un móvil para los dos y vamos intercalando las tarjetas. La verdad es que tenemos otro pero cada vez que tengo que pulsar una de las opciones en la pantalla me quedo sin huellas dactilares de tanto apretar. No es la primera vez que nos dan las dos de la mañana intentando poner la alarma del despertador y me duermo con agujetas en los dedos.

¿Cuál será el siguiente paso en la vuelta a la prehistoria tecnológica? Mi novio votaría por el ordenador. Si pudiera lo haría desaparecer  hoy  mismo...ahora mismo diría yo a juzgar por su cara. Alberga la extraña esperanza  de que si  eso sucediera y yo ya no perdiera mi tiempo delante de la pantalla, él conseguiría sus “sanos” propósitos mucho antes de lograr poner la alarma en el último grito de la tecnología…